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EL PUEBLO CATÓLICO MAYO 2016 3 1300 S. is paid 80210. Fernández-Sardina de la CO 80210, Ofrecemos algunos extractos del capítulo IV de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, en el que el Papa Francisco desglosa y trae a la actualidad el "Himno de la Caridad" de San Pablo (1 Co 13, 4-7). La caridad es paciente… "Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continua- mente, o tolerar agresiones fí- sicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las rela- ciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. (…) Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y final- mente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de pos- tergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla". (Amoris Laetitia, 92) Es servicial… "El amor no es sólo un sen- timiento, sino que se debe en- tender en el sentido que tiene el verbo «amar» en hebreo: es «hacer el bien». Como decía san Ignacio de Loyola, «el amor se debe poner más en las obras que en las palabras». Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar, la nobleza y la grandeza de donarse sobrea- bundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gus- to de dar y de servir". (AL, 94) No es envidioso… "En el amor no hay lugar pa- ra sentir malestar por el bien de otro (cf. Hch 7,9; 17,5). La envidia es una tristeza por el bien ajeno, que muestra que no nos interesa la felicidad de los demás, ya que estamos ex- clusivamente concentrados en el propio bienestar. Mientras el amor nos hace salir de nosotros mismos, la envidia nos lleva a centrarnos en el propio yo. El verdadero amor valora los lo- gros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sa- bor amargo de la envidia. Acep- ta que cada uno tiene dones di- ferentes y distintos caminos en la vida. Entonces, procura des- cubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los demás encuentren el suyo". (AL, 95) No hace alarde… "Quien ama, no sólo evita hablar demasiado de sí mismo, sino que además, porque está centrado en los demás, sabe ubicarse en su lugar sin preten- der ser el centro" (AL, 96) No es arrogante… "La actitud de humildad apa- rece aquí como algo que es par- te del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es in- dispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad". (AL, 98) No obra con rudeza… "Sus modos, sus palabras, sus gestos, son agradables y no ás- peros ni rígidos. Detesta hacer sufrir a los demás. (…) Ser ama- ble no es un estilo que un cris- tiano puede elegir o rechazar. Como parte de las exigencias irrenunciables del amor, todo ser humano está obligado a ser afable con los que lo rodean (…) Esto no es posible cuando reina un pesimismo que destaca de- fectos y errores ajenos, quizás para compensar los propios complejos". (AL, 99) No busca su propio interés… "El amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, «sin esperar nada a cambio» (Lc 6,35), hasta llegar al amor más grande, que es «dar la vida» por los demás (Jn 15,13) ¿Toda- vía es posible este desprendi- miento que permite dar gratis y dar hasta el fin? Seguramente es posible, porque es lo que pi- de el Evangelio: «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mt 10,8)". (AL, 102) No se irrita… "Alimentar esa agresividad íntima no sirve para nada. Sólo nos enferma y termina aislán- donos. La indignación es sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende a im- pregnar todas nuestras actitu- des ante los otros" (…) Por ello, nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia. (…) Sólo un pequeño gesto, algo pequeño, y vuelve la armonía familiar. Basta una caricia, sin palabras". (AL, 103; 104) No lleva cuentas del mal… "La tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, la de suponer todo tipo de malas intenciones, y así el rencor va creciendo y se arraiga. De ese modo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vín- culo amoroso y la estabilidad familiar. El problema es que a veces se le da a todo la mis- ma gravedad, con el riesgo de volverse crueles ante cualquier error ajeno. La justa reivindica- ción de los propios derechos, se convierte en una persistente y constante sed de venganza más que en una sana defensa de la propia dignidad (…) Poder cul- par a otros se convierte en un falso alivio. Hace falta orar con la propia historia, aceptarse a sí mismo, saber convivir con las propias limitaciones, e incluso perdonarse, para poder tener esa misma actitud con los de- más". (AL, 105; 107) No se alegra con la in- justicia, sino que go- za con la verdad: "La expresión jairei epi te adi- kía indica algo negativo afinca- do en el secreto del corazón de la persona. Es la actitud vene- nosa del que se alegra cuando ve que se le hace injusticia a al- guien. La frase se complementa con la siguiente, que lo dice de modo positivo: sygjairei te alé- theia: se regocija con la verdad. Es decir, se alegra con el bien del otro, cuando se reconoce su dignidad, cuando se valoran sus capacidades y sus buenas obras.. Eso es imposible para quien necesita estar siempre comparándose o compitiendo, incluso con el propio cónyuge, hasta el punto de alegrarse se- cretamente por sus fracasos (…) La familia debe ser siempre el lugar donde alguien, que logra algo bueno en la vida, sabe que allí lo van a celebrar con él". (AL, 109;110) Todo lo disculpa… "Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el la- do bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen. Pero no es sólo un gesto externo, sino que brota de una actitud interna. Tampoco es la ingenuidad de quien pretende no ver las difi- cultades y los puntos débiles del otro, sino la amplitud de miras de quien coloca esas debilida- des y errores en su contexto. Recuerda que esos defectos son sólo una parte, no son la totali- dad del ser del otro. Un hecho desagradable en la relación no es la totalidad de esa relación. Entonces, se puede aceptar con sencillez que todos somos una compleja combinación de luces y de sombras". (AL, 113) Todo lo cree… "No se trata sólo de no sospe- char que el otro esté mintiendo o engañando. Esa confianza bá- sica reconoce la luz encendida por Dios, que se esconde detrás de la oscuridad, o la brasa que todavía arde debajo de las ceni- zas (…) El amor confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, a poseer, a dominar. Esa libertad, que hace posible espa- cios de autonomía, apertura al mundo y nuevas experiencias, permite que la relación se enri- quezca y no se convierta en un círculo cerrado sin horizontes. Así, los cónyuges, al reencon- trarse, pueden vivir la alegría de compartir lo que han recibido y aprendido fuera del círculo fa- miliar. Al mismo tiempo, hace posible la sinceridad y la trans- parencia, porque cuando uno sabe que los demás confían en él y valoran la bondad básica de su ser, entonces sí se muestra tal cual es, sin ocultamientos". (AL, 114; 115) Todo lo espera… "La espera de quien sabe que el otro puede cambiar. Siempre espera que sea posible una ma- duración, un sorpresivo brote de belleza, que las potencia- lidades más ocultas de su ser germinen algún día. No signifi- ca que todo vaya a cambiar en esta vida. Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizás Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona y saque algún bien de los males que ella no logre superar en esta tierra (…) Contemplar a esa persona con una mirada sobrenatural, a la luz de la esperanza, y esperar esa plenitud que un día recibi- rá en el Reino celestial, aunque ahora no sea visible". (AL, 116; 117) Todo lo soporta… "Es mantenerse firme en me- dio de un ambiente hostil. No consiste sólo en tolerar algu- nas cosas molestas, sino en al- go más amplio: una resistencia dinámica y constante, capaz de superar cualquier desafío (…) A veces me admira, por ejemplo, la actitud de personas que han debido separarse de su cónyuge para protegerse de la violencia física y, sin embargo, por la ca- ridad conyugal que sabe ir más allá de los sentimientos, han si- do capaces de procurar su bien, aunque sea a través de otros, en momentos de enfermedad, de sufrimiento o de dificultad. Eso también es amor a pesar de to- do". (AL, 118; 119) ¿Cómo vivir el amor? Consejos de la Amoris Laetitia FOTO DE RIDO STOCK