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15 DENVER CATHOLIC EN ESPAÑOL | MAYO-JUNIO 2018 Columna del Obispo Exmo. Monseñor Jorge Rodríguez "El párroco que necesito" El Evangelio nos llama a trabajar en unidad E sta es la época del año en que se anuncian los cambios de párrocos y de vice-párrocos en la arquidiócesis de Denver. Las expectativas son altísimas. Cada uno tiene su idea del párroco que quiere en su parroquia: "me cae…", "no me cae…", "no es como el anterior…", "¡ah, el anterior era estupendo!…" Y cada quién tiene su propia idea del párroco ideal que le cae para su parroquia. Del sacerdote se espera que pre- dique igual que San Pablo, que sea entretenido, que sepa relacionarse con la gente, que haga milagros con el dinero de la colecta, que mantenga todo limpio, ordenado y que esté a la mano para cuando se necesite, que no se enoje, que siempre esté alegre, que no se enferme, que no se ausente, que sea terapeuta, director espiri- tual, consejero matrimonial, paño de lágrimas, que sepa todo de todo, domador de teenagers, y muchas otras expectativas más. Pero, en realidad, lo único que interesa, lo único que ver- daderamente se necesita, es que sea un sacerdote santo: un sacerdote que cuando nos hable, notemos que está enamorado de Cristo; que nos celebre los sacramentos con fe y unción; que nos enseñe a rezar y a vivir una rela- ción de amor con Dios y con el pró- jimo, y que trate a todo con el mismo amor de Cristo. Un sacerdote santo, es un don del cielo que hay que pedir. Es algo que no se puede producir en la tierra y que no viene de la naturaleza humana del hombre llamado por Dios para esta vocación. La santidad es siempre don de Dios. Por ello, una de las oraciones más conocidas por los sacerdotes ter- mina con estas palabras: "¡Oh, Señor, envía a tu iglesia santos y fervorosos Sacerdotes!" Cada año la Iglesia observa el Día Mundial de Oración por la Santifi ca- ción de los Sacerdotes, que se celebra en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, y que esta vez será el viernes 8 de junio. Yo creo que muchos pueden afi r- mar lo mismo que el famoso director de cine y actor Mark Walhberg: "Un sacerdote me casó. Mis hijos fueron bautizados por un sacerdote. Y cuando algún miembro de mi fami- lia falleció, todos fueron enterrados por un presbítero. Mis pecados son perdonados cuando voy a confesarme con un sacerdote. Cada vez que voy a Misa, es través de las manos de un sacerdote que recibo el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, que me forta- lece para compartir mi fe católica con los demás". Por eso, concluía él, nece- sitamos "buenos y santos sacerdotes." Les pido que este 8 de junio eleven una pequeña oración por su párroco y por todos los sacerdotes de la arqui- diócesis: no pidan otra cosa para ellos más que la santidad. L a fi esta de Pentecostés nos recuerda la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y en la cual conmemoramos el nacimiento de la Iglesia. La Escritura nos narra que se encontra- ban reuni- dos cuando recibieron el Espíritu Santo y llenos del mismo, salen a predicar el Kerigma a todos en Jerusalén, sin importar las con- secuencias ¡Todos entendían sus palabras! Solo puedo imaginarme la emoción que los Apóstoles sintieron en esos momentos: la alegría de saber a su Maestro resucitado y a la derecha del Padre, el ánimo alegre y la seguridad que debe haberlos hecho sentir el Espíritu Santo con su llegada, el valor impetuoso de salir a predicar la Buena Nueva por todo el mundo a los demás. Ellos llevaron adelante la misión del Evangelio por todo el mundo y dieron un testimonio alegre de su experien- cia con el Señor Jesús, la misma expe- riencia que los llevó a entregar su vida hasta el fi nal sin importar los riesgos y consecuencias. Es así como el Evangelio logra su misión: con confl icto. El Evangelio crea confl icto con el cambio que pro- duce, ¡pero este cambio produce algo nuevo! ¡produce algo bueno! Cambia a individuos, a grupos y comunidades, después a una nación y, por último, al mundo entero. Si las personas cambian, también las prácticas cambian y así las estructuras y las instituciones. Este es el caso de mi equipo completo y nuestra reciente integración a la Ofi cina de Evangelización de la Arquidiócesis. Hemos dejado nuestras ofi cinas en Centro San Juan Diego y nos hemos trasla- dado a las ofi cinas de la Arquidiócesis, pero lo más importante es que no hemos dejado de servir a quien habla español y necesita apoyo y asistencia en su ministerio. ¡Este es un gran cambio! Un cambio que trae consigo retos y oportunida- des. Uno de los más importantes es continuar promoviendo y alcanzar la completa integración de nuestro equipo en la estructura diocesana y la perfecta integración de los hispanos/ latinos en la vida y misión de la Iglesia y la sociedad, ahora desde dos luga- res, no solo Centro San Juan Diego. Vamos a hacerlo juntos desde Centro y desde las ofi cinas de la arquidiócesis, es decir, el lugar mismo donde se toman las deci- siones para la Iglesia dio- cesana. No solamente en las decisiones que impactan o benefi cian a algunos pues eso somos: una Iglesia. Podemos hablar diferentes idiomas, podemos haber venido desde diferentes lugares del mundo, pero como bautizados, somos Uno en Cristo. Somos parte del mismo Cuerpo Mís- tico de Cristo. Somos una Iglesia. Los católicos hispanos/ latinos hemos contado siempre con el apoyo de nuestro Arzobispo. Él ha acompa- ñado a nuestra comunidad y confía en nosotros; nos ha apoyado con recursos para crecer y formarnos. De esta forma, nuestra Arquidiócesis llegó a tener una de las ofi cinas más grandes en este país para servir a los que hablamos español. Tenemos un Centro para nuestro ministerio y necesidades, además de un gran talento humano y programas para nuestra superación integral, sobre todo, para avanzar la causa del Evan- gelio en la Iglesia en Colorado. Esto no va a cambiar. Al contrario, ¡va a mejorar! ¡Juntos podemos hacerlo! Juntos debemos crear este confl icto que nos provoca el Evangelio, un confl icto que trae la renovación personal y de nuestra Iglesia. Que, así como cambió la vida y experiencia de los apóstoles y discípulos, cambie nuestra forma de pensar, de ser y de actuar en nuestra Iglesia; un confl icto que no separe sino que nos una. Esto es hacer nuevo el Evangelio de Jesús. Que este Pentecostés, nos llene del mismo Espíritu Santo que invadió a la Iglesia naciente y que podamos ser "La comunidad que está llamada a experimentar la presencia mística del Señor Resucitado y a ser hermanos por compartir la Palabra y la Eucaris- tía", como lo pide el Papa Francisco en su reciente Exhortación Apostó- lica "Regocijaos y alegraos". ALFONSO LARA Director para la evangelización hispana de la Arquidiócesis de Denver. las estructuras y las instituciones. Este es el caso de mi equipo completo y nuestra reciente integración a la Ofi cina de Evangelización las decisiones que impactan o benefi cian a algunos pues eso somos: una Iglesia. Podemos hablar diferentes idiomas, podemos haber venido desde diferentes FOTO WIKIMEDIA FOTO DE ANDREW WRIGHT

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