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EL PUEBLO CATÓLICO FEBRERO 2017 15 TU IGLESIA TE RESPONDE ESPIRITUALIDAD POR MONS. JORGE DE LOS SANTOS La coherencia cotidiana en la vida Cristiana ¿María permaneció siempre virgen? E l diccionario define la pa- labra coherencia como: «Conexión, relación o unión de unas cosas con otras». Al aplicar esta definición a la vida cristiana nos referimos principalmente a esa conexión, relación o unión que debe exis - tir entre fe y vida, entre aquello que creemos -el Señor Jesús y su Evangelio- y el modo como vivimos en lo cotidiano. En esta coherencia está el secreto de la santidad a la que Dios nos lla - ma, en nuestro propio estado de vida. Por ello es tan impor- tante que de la fe en la mente y en el corazón pasemos a la fe en la acción. Un cristiano coherente es aquel que sostiene con sus obras lo que cree y arma de palabra. No hay diferencia entre lo uno y lo otro. Se descubre en él o en ella una estrecha unidad entre la fe que profesa con sus labios, la fe acogida en su mente y co - razón, y su conducta en la vida cotidiana; su fe pasa a la acción, se muestra y evidencia por sus actos. Así los principios tomados del Evangelio orientan su conducta y su pensa - miento cristia- no, su piedad y afectos, y se reejan en la acción prácti- ca. Esta cohe- rencia la vive no sólo cuando las cosas se le presentan "fáciles", si- no también cuando se es puesto a prueba. Dijo el Papa Francisco du- rante el rezo del Ángelus el 9 de noviembre de 2014: "Jesús, en el Evangelio, hablando del templo ha revelado una verdad asombro- sa, esto es, que el templo de Dios no es solamente el edicio hecho con ladrillos, sino que es su Cuer- po, hecho de piedras vivas". Luego dice: "en virtud del Bau- tismo, cada cristiano forma par- te del 'edicio de Dios', es más, se convierte en la Iglesia de Dios". "El edicio espiritual, la Iglesia (...) pide a cada uno de nosotros ser coherentes con el don de la fe y cumplir un camino de testimo- nio cristiano". No es fácil la coherencia en la vida, pero nosotros debemos ir hacia adelante ¡Esto distingue a un cristiano! No tanto aquello que dice, sino aquello que hace. Hoy la Iglesia está llamada a ser en el mundo la comunidad que, enraizada en Cristo por me- dio del Bautismo, profesa con humildad y valentía la fe en Él, dando testimonio de caridad. Los cristianos incoherentes suscitan escándalo porque dan un anti-testimonio a quien no cree. «Ser cristiano —aclara el Papa— signica dar testimonio de Jesucristo». En todas las cosas de la vida es necesario pensar como Cristo, sentir como Cristo y actuar co- mo Cristo. Hay ocasiones en las que ser el al Evangelio implica el ries- go de un fracaso en la familia, en el trabajo, en la vida social. ¿Qué hacer, entonces? ¿Hasta qué punto vale la pena ser eles a Cristo cuando luego uno puede quedar abandonado a su suerte, como un soñador derrotado? Plantear así la cuestión implica un error. Porque con este tipo de preguntas parece que la alterna- tiva está entre ser eles a Cristo o ser prácticos y realistas. En otras palabras, Cristo queda puesto como un obstáculo a la "realiza- ción personal", porque uno llega a pensar que lo que Cristo pide sería "peligroso": seguirle impli- ca dar un salto en el vacío que puede llevar al fracaso. En realidad, quien conoce de verdad a Cristo aprecia el cielo como la meta auténtica de toda existencia hu- mana, quien vive a fon- do la fe y la esperanza, no puede tener miedo. Cristo es, pa- ra el que cree en serio, lo más importante. Más importan- te que su pues- to de trabajo, que su vida matrimonial, que sus seguridades humanas, que su di- nero, que su salud. Es fácil decirlo y parece muy difícil vivir de esta manera. Pero quien ama de veras -y amamos de veras cuando nos sentimos muy amados por un Dios bueno- es capaz de eso y de mucho más. Los mártires son, en ese senti- do, un ejemplo luminoso: Están dispuestos a perder la propia vi- da en manos de perseguidores asesinos antes que renunciar a Cristo. Han vivido la coherencia heroica del cristiano. San Pablo dice: "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Como dice la Escritura: ´Por tu causa somos muertos to- do el día; tratados como ovejas destinadas al matadero´. Pero en todo esto salimos vencedo- res gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separar- nos del amor de Dios manifes- tado en Cristo Jesús Señor nues- tro" (Rm 8,35-39). Respuesta a la pregunta envia- da por el lector José Augusto Mel- garejo a través de nuestra página web: E l dogma de la Virginidad Perpetua se reere a que María fue virgen antes, du- rante y perpetuamente después del parto. En el Concilio de Letrán cele- brado en el año 649, se efectuó la denición dogmática de la Virginidad Perpetua de la Madre de Dios. Los padres del Concilio, inspirados por el Espíritu Santo, compusieron el canon tercero que declaraba este dogma: "Si alguno, de acuerdo con los Santos Padres, no conesa que María Inmaculada es real y ver- daderamente Madre de Dios y siempre Virgen, en cuanto con- cibió al que es Dios único y ver- dadero -el Verbo engendrado por Dios Padre desde toda la eterni- dad- en estos últimos tiempos, sin semilla humana y nacido sin corrupción de su virginidad, que permaneció intacta después de su nacimiento, sea anatema". "Ella es la Virgen que concebi- rá y dará a luz un Hijo cuyo nom- bre será Emanuel" (Cf. Is. 7,14; Miq. 5,2-3; Mt. 1,22-23) (Const. Dogmática Lumen Gentium, 55 - Concilio Vaticano II). "La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virgini- dad real y perpetua de María in- cluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. En efecto, el na- cimiento de Cristo "lejos de dis- minuir, consagró la integridad virginal" de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María co- mo la 'Aeiparthenos', la 'siem- pre-virgen'" (499 Catecismo de la Iglesia Católica). La misión más importante de Maria duró toda su vida, no po- demos aceptar que María la ma- dre de Jesucristo, sea vista como un utensilio más para el plan de Dios, como lo pudo ser el altar, la zarza, el bastón de Moisés, etc. Creo que es importante po- der colocar en contexto a Pablo y a María con el hecho de haber encontrado a Cristo. San Pablo expresa: "Y ciertamente, aun es- timo todas las cosas como pérdi- da por la excelencia del conoci- miento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo" (Fil. 3,8). ¿En qué momento María ini- cia su conocimiento de Cristo? Como todo israelita, María sabía de la llegada de un Mesías que li- beraría a Israel de la opresión. En numerosos pasajes encontramos alusiones a esta promesa (Gen. 49,10-11; Is. 9,5; Miq. 5,1). Pe- ro cuando el ángel le anuncia la misión encomendada por Dios, ¿qué pudo pensar esta niña judía? Podríamos detenernos a ana- lizar si María habría considera- do que después de haber tenido al Hijo de Dios, su vida siguiera como si nada y continuara con un plan de vida normal. ¿Quién de nosotros actuaría así? Un tex- to muy referente es la carta a los Efesios: "Lo que somos es obra de Dios: Hemos sido creados en Cristo Je- sús con miras a las buenas obras que Dios dispuso para que nos ocupáramos de ellas" (Ef. 2,10). Podemos ver entonces que Dios dispuso que María fuera la madre del Verbo y la trajo al mundo para que se ocupara de esa tarea: "Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo al que pon- drás por nombre Jesús" (Lc. 1,31). ¿María sólo fue escogida para una misión de nueve meses? Los versos siguientes al 31 donde el án- gel narra la vida pública de Jesús a María, nos demuestran que no. Es inconcebible pensar que María, después de ver la gran- deza de Dios, después de llevar por nueve meses en su vientre al mismo Dios Jesucristo, pensara en algún momento engendrar otro hijo. Ya con la misión enco- mendada era más que suciente; ya con el hecho de ser la escogi- da era razón suciente para que haya querido consagrar su alma y cuerpo solo a Dios. Y ejemplos tenemos todos los que queramos en la Biblia: Pe- dro, Pablo, después de recibir el llamado al servicio se dedicaron por completo a esa misión, y en el caso de María su misión fue ser la madre de Dios Hijo. Es ne- cesario utilizar el sentido común para poniéndonos nosotros en el lugar de María, nos pregun- temos si después de una misión así, quisiéramos algo más. En el Nuevo Testamento, San Pablo en su primera carta a los Corintios, nos muestra el com- promiso de la virginidad, no co- mo una simple abstinencia de relaciones sexuales, sino como una puerta a la comunión íntima con Dios: "De igual manera la mujer soltera y la joven sin casar se preocupan del servicio del Se- ñor y de ser santas en su cuerpo y en su espíritu" (1 Cor. 7,34a). Esta visión de la virginidad en el Nuevo Testamento es muy poste- rior a María Santísima. Ella se dejó guiar por el Espíritu Santo para ser santa en cuerpo y espíritu. Agradecemos a Monseñor Jor- ge de los Santos por responder a esta pregunta. Si tiene dudas de fe puede escribirnos a elpueblo@ archden.org o mandarnos un mensaje en nuestra página de Facebook. También llamarnos al teléfono (303) 715- 3219. FOTO DE JAMES BACCA Imagen presente en la Catedral Basílica Immaculate Con- ception de Denver.

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