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EL PUEBLO CATÓLICO ABRIL 2016 2 El renacimiento de la esperanza " ¡Resucitó Cristo, mi esperanza!" Esta línea de la secuencia cantada en la Misa del Domingo Pascual captura el corazón de lo que sucede en nuestra redención – el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo rompe las ataduras de la muerte y del pecado, no solo para restaurar nuestra vida, sino también nuestra esperanza. Vale la pena refl exionar profundamente y rezar toda la secuencia, pero la parte en la que se habla del encuentro de María Magdalena con Jesús es particularmente poderosa: Dinos, María, ¿qué has visto en el camino? Vi el sepulcro de Cristo viviente y la gloria del que resucitó. Vi por testigos a los ángeles; y vi su sudario y sus vestidos. Resucitó Cristo, mi esperanza; precederá en Ga- lilea a los suyos. Sabemos que Cristo verdadera- mente resucitó de entre los muertos: Y, por lo tanto, Tú Rey victorioso, ten piedad de nosotros. Jesús en su sabiduría después de su resurrección apareció primero a María Magdalena, la mujer de la que expulsó siete demonios. Cuan- do ella recién habló con Jesús, pensó que era un jardinero y se lamentó de que su cuerpo no estuviera más en la tumba. Pero Jesús irrumpió a través de su dolor al decir su nom- bre, "María". María reaccionó abrazando a Jesús, hasta que Él le dijo: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes» ( Juan 20, 11-18). Con la ascensión a su Padre, Jesús dio el Espíritu Santo a la Iglesia, llevando a todos los creyentes a la plena acogida de la Trinidad. Antes de su muerte y resurrección, esta re- conciliación era imposible – la ofensa de nuestros pecados en contra de la infi nita bondad de Dios no podía ser vencida sin el infi nito sacrifi cio de Jesús. Jesús pronuncia cada uno de nuestros nombres y nos llama a recibir la esperanza de su resurrección. Esta esperan- za es diferente al optimismo de creer que todas las cosas saldrán bien. Cuando habla- mos de la esperanza de la resurrección, vamos más allá del mero optimismo huma- no para hablar de la gracia que nos sostiene de manera sobrenatural. El Catecismo de la Iglesia Católica describe la esperanza como "una virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna co- mo felicidad nuestra, ponien- do nuestra confi anza en las promesas de Cristo y apoyán- donos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo". (Énfasis añadido) Apenas hace unas semanas, el Secre- tario de Estado John Kerry reconoció lo que más de 100.000 personas y nume- rosos expertos han reconocido: que el asesinato sistemáti- co y la brutal persecución a cristianos y otras mino- rías del Medio Oriente es un genocidio. Es- tos hermanos y hermanas en la fe – muchos de ellos laicos – pueden apo- yarse en una esperanza sobre- natural ya que está vinculada con la felicidad del cielo. Frecuentemente menciono el llamado a los laicos del Con- cilio Vaticano II: "ser levadura en la sociedad". La levadura o el fermento transforman la masa del pan, expandiéndola de manera silenciosa hasta convertirla de masa plana en elevada. Si la levadura está muerta la masa permanece densa e incomible. Para ser activos y un fer- mento vivo todos nosotros ne- cesitamos el don sobrenatural de la esperanza. Los exhorto a buscar la reconciliación con Dios en este Año de la Mise- ricordia y a pedir al Espíritu Santo que avive la llama de la esperanza que nace de la resurrección de Jesús y que cada cristiano recibe en el Bautismo. ¡Que la Santísima Trinidad los llene con el gozo y la espe- ranza de la Resurrección para que así puedan ser levadura para nuestro mundo! ¡Que tengan un muy bendecido Tiempo de Pascua! POR EL EXMO. MONSEÑOR SAMUEL J. AQUILA El Pueblo C A T Ó L I C O El Pueblo Católico (USPS 024-042 / ISSN 1936-1122) is published monthly by the Archdiocese of Denver, 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210, and printed by Prairie Mountain Publishing, LLP in Boulder. Periodical postage is paid in Denver, CO. Subscriptions: $ 12 a year in Colorado, $ 16 per year out of state. Postmaster, send address changes to: El Pueblo Católico, Circulation Dept., 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210. Directora General: Martha Fernández-Sardina Editora: Carmen Elena Villa EL PUEBLO CATÓLICO, periódico en español de la Arquidiócesis de Denver, 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210, Teléfono 303-715-3219, Fax 303-715-2045, E-mail: elpueblo@archden.org Por el Padre Héctor Chiapa-Villareal El poeta medieval Jorge Manrique diría: "Nuestras vi- das son los ríos que van a dar en la mar que es el morir". La realidad de la muerte nos con- fronta a cada paso de nuestra jornada por este mundo de tal manera que hay monjes que se repiten a diario: "Memen- to mori" ("Recuerda que has de morir") e incluso Nuestro Señor Jesucristo, habiéndose hecho semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, hubo de morir porque "Él se hizo obediente incluso hasta la muerte y muerte de cruz". (Flp 2, 8) ¿Pero es acaso la muerte el fi n de nuestra historia? ¡Defi - nitivamente no! – porque "si Cristo no resucitó entonces nuestra fe es vana y vacía". (1 Cor 15,14) Jesucristo murió, pero para resucitar al tercer día y en su resurrección vemos la promesa de nuestra resu- rrección. Es por eso que cada domingo en el Credo procla- mamos nuestra fe diciendo: "Creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mun- do futuro". Y sin embargo, el arpón de la muerte no ha perdido su agudeza y la muerte nos due- le. ¿Podría ser que incluso más que la muerte propia, nos due- le aún más aquella de los que amamos, porque al dolor del deceso se une el dolor de la au- sencia? El ser cristiano no nos exime del sufrimiento de la muerte, sino que le da un sig- nifi cado nuevo y profundo. En la pobreza de nues- tra humanidad tenemos que confrontar esta realidad con honestidad y humildad, sin rehuir el dolor, sino asumién- dolo e implorando la presencia del Señor Jesucristo diciéndo- le: "Quédate con nosotros que la oscuridad de la noche hace más dolorosa la ausencia de la muerte". Muerte para la vida Hace ya más de un año mu- rió mi abuelita Sarita, días an- tes de cumplir cien años. Hace prácticamente seis meses mu- rió Héctor, mi papá, después de ocho horas de cirugía de corazón abierto. Hace apenas unos días me he enterado de que un amigo querido ha sido desahuciado y ha de morir an- tes del verano. Desde lo hondo del corazón surge la pregunta: "¿Por qué, Señor, el morir? ¿Por qué mueren aquéllos a quienes quiero tanto?" Y en el silencio mismo del corazón el Señor Jesús parece decir: 'Porque te amo, porque amo a mis hijos, porque los quiero tanto que no quiero que pasen tanto tiempo en este valle de lágrimas". San Agustín diría que si Dios permite los males es simple- mente porque Él tiene el poder En la Pascua Cristo nos da la vida de traer a partir enorme el don excelso porque los hombres al conocimiento (1 Tim 2,4) te nuestra podamos de terminar que el Buen he venido da y vida 10,10) Y, Jesucristo, su Resurrección mundo y nos infunde inmortalidad, vida eterna. No es santo tiempo centrado la resurrección y en la del santo donde telano Magdalena semana, nosotros, tro corazón, mortalidad antiguos llamado (prenda demos que nos carne y vida eterna en el último En FOTO DE DAN PETTY Uno de los símbolos principales en la Misa de Pascua es la luz que proviene del Cirio Pas- cual. Los fi eles se van pasando uno a uno esta llama como símbolo de su llamado de ser luz del mundo y como responsabilidad de irradiar esa luz a los demás. En la Vigilia Bautismo, la resurrección

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