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EL PUEBLO CATÓLICO DICIEMBRE 2015 12 La vocación consagrada, un tesoro escondido E stamos en la recta final del año de la vida consagrada, que fue propuesto por el Papa Francisco y que comen- zó el pasado 30 de noviembre y se extenderá hasta el 2 de febrero. Quienes hemos en- tregado nuestra vida a Jesús, hemos podido profundizar en este llamado durante este año lleno de bendiciones. Hemos podido obtener las gracias que necesitamos para ser fieles a nuestra vocación. "Donde hay religiosos, hay alegría", es una de las frases de la carta apostólica que el Papa Francisco escribió con motivo del año de la vida consagrada. Cada cierto tiempo la Iglesia organiza años temáticos sobre algún aspecto específico (por ejemplo la fe, la eucaristía, que se han celebrado en años pasados) o sobre personas o instituciones concre - tas (el sacerdocio, la familia y este año, la vida consagrada. De hecho, el 8 de diciem- bre comenza- rá el Año de la Misericordia (ver páginas 2, 3 y 14). Años que contienen encuentros y ricas reflexiones para que los católi- cos y quienes quieran escu- char este mensaje, podamos enriquecer nuestra fe desde las múltiples facetas que ofrece. A quienes vivimos la vida consagrada, sea desde una comunidad religiosa o laical, como en mi caso, el Papa nos invita a testimoniar nuestra vocación con alegría. La ale- gría que nos da el sabernos lla- mados desde la eternidad. Ser consagrado es algo hermoso. Es experimentar que, desde nuestra pequeñez, Dios nos ha separado para donar nuestra vida a Él, cada uno desde una comunidad específica, con un carisma particular. Los consagrados somos conscientes del noble valor de los esposos y padres de fami- lia. Pero experimentamos que Dios nos llama a renunciar a ese proyecto para dedicar nuestra vida a una inmensa familia espiritual, compuesta por la comunidad a la que per - tenecemos y por las muchas personas a las que día a día llegamos con nuestro servicio evangelizador. Entre ellas, mu- chas familias que necesitan de nuestro apoyo y consejos. Por eso, quienes nos sentimos llamados a esta voca- ción, nos descubrimos sellados desde lo más hondo de nuestro ser a vivir el amor universal y a ensanchar el corazón, a servir desde los diferentes lugares donde somos enviados y ayu- dar a llevar la alegría de la fe a muchas personas que viven en condiciones de pobreza. Hablo de pobreza material pero tam- bién de la pobreza espiritual y moral. No se trata de hacer un bien por nosotros mismos sino por Dios, quien nos llama a anunciarlo. Es verdad que esa alegría se ve muchas veces opacada por la rutina que puede amino- rar nuestro entusiasmo, por las situaciones difíciles que pueden ir menguando nuestra esperanza, por las tentaciones que nos acechan y buscan apartarnos del plan de Dios o por nuestras propias fragilidades o actitu- des equivocadas que a veces nos hacen correr el peligro de vivir de mane- ra opuesta a la vocación a la que hemos sido llamados. Por tal mo- tivo, el Papa nos invita este año a no dejarnos vencer por estos enemigos internos y externos de nuestra vocación. Nos llama a volver a ese primer amor que un día nos hizo tomar una decisión que cambiaría nuestras vidas. Que, aunque parecía una locura, sería lo que daría sentido a nues- tra existencia y lo que motivaría a otros a seguir a Cristo, pues la respuesta a su plan es siempre un bien que se difunde. Dios llama a quienes no son consagrados a que nos ayuden con su testimonio, su compañía y con sus oraciones. Pues nuestra vocación no sería posible sin aquellos a quienes servimos: jóvenes, personas en necesidad, familias… Personas de las que muchas veces es más lo que recibimos que lo que damos. Por eso en este año digo que estoy feliz de ser consagrada. Que yo también encontré ese tesoro escondido del que habla el Evangelio (Mt. 13, 44), por el cual he dejado muchas cosas que me han costado pe- ro que no son nada a compa- ración con la alegría de decirle sí a Cristo. Pues si vivimos co- mo debe ser podemos, como dijo el Papa, ser "levadura para la sociedad". OPINIÓN TESTIMONIOS POR CARMEN ELENA VILLA Por Carmen Elena Villa Fernando es colombiano y se atrevió a seguir su vocación tras reconciliarse con su padre, antes que falleciera. Guillermo, de México, tras 14 años de ejer- cer su profesión como agró- nomo, descubrió que Cristo lo llamaba a algo más. Estos son los dos nuevos diáconos de la Arquidiócesis de Denver. Fueron ordenados el pasa- do 7 de noviembre en una mi- sa presidida por el Arzobispo Samuel Aquila en la capilla del seminario Redemptoris Mater. En diálogo con El Pueblo Ca- tólico, ambos compartieron la historia de su vocación y la ale- gría de ser servidores de Cristo. Fruto de una reconciliación Para Fernando, la reconci- liación con su padre "partió mi vida en dos" y fue lo que le permitió seguir su vocación a la vida sacerdotal, a la cual se había negado durante su juventud. Fernando era un joven rebel- de, y la relación con su padre era difícil. "Cuando cumplí 20 años empecé a trabajar con mi papá", comparte el diáco- no. "Un día tuvimos una dis- cusión muy seria". "Recuerdo que alguien una vez me dijo: "Pregúntale el por qué de las cosas a Dios." "Ese día salí de la casa, preguntándole a Dios ¿por qué? Pues no entendía por qué mi relación con mi pa- dre era así, y por qué mi vida era como era; no le encontraba sentido". Y una semana después su padre cayó gravemente en- fermo. "Algo dentro de mí me dijo: «reconcíliate»", comparte Fernando. Así, en la mañana entró a la habitación del hos- pital donde estaba su padre y le pidió perdón por todo lo que le había hecho. "En ese momento me sentí perdonado, todo se veía más claro. Me sentí en paz, conmigo mismo y con mi pa- dre". Su padre falleció esa tarde. La reconciliación le abrió el camino para ver más claro y lanzarse a descubrir su vo- cación sacerdotal. "Mi papa era un hombre de fe que se arriesgó por la Iglesia", recuer- da Fernando. "Muchas de las cosas que él dijo las entendí después que el falleció". En un retiro en Bogotá ofrecido por el Camino Neocatecumenal, Fernando se puso de pie du- rante una llamada vocacional. Luego fue elegido para hacer su formación en Denver y en el año 2006 ingresó al seminario Redemptoris Mater. "Muchas veces nosotros no queremos reconciliarnos; pri- mero, porque pensamos que es imposible y segundo porque esto sería dar mi brazo a torcer. Pero si buscas reconciliarte eso te puede cambiar la vida", dice Fernando. "Es mejor buscar la reconciliación que la división porque la división te deja solo pero la reconciliación te abre la puerta para estar en comu- nión con muchos". El diácono Fernando servirá ahora en la parroquia Our Lady Mother of the Church, en Commerce City. Una vocación madura Por su parte, el diácono Gui- llermo Bustillos descubrió su vocación en su ciudad Chetu- mal en Quintana Roo, sur de México, cuando tenía 30 años, tras más de una década de ejercer su profesión de agró- nomo y después de haber es- tudiado dos especialidades. "A esa edad uno ya tiene ma- durez espiritual, psicológica y sentimental y pude discernir con mucha claridad", compar- te Guillermo. "Vi que esto me llenaba. Tuve la oportunidad de realizarme profesionalmen- te y luego reestructurar mi vida pero no una vida como que- ría Guillermo sino como me la pedía Cristo", comenta el diácono. Guillermo entró al semina- rio en el 2004 y en el 2009 se trasladó a Denver porque que- ría servir a sus compatriotas que viven en este país. Estudió inglés y teología. En el 2011 re- gresó a su país para continuar sus estudios en la Universidad Pontificia de México donde obtuvo su bachillerato. El año pasado regresó a Denver. Su nueva misión como diácono será en la parroquia Ascension. Guillermo dice que en el mo- mento de su ordenación "me sentí amado y querido por ese Cristo que me dijo: «Yo estoy contigo, te acompaño; hemos caminado juntos, a veces en un tramo difícil pero, al final muy gratificante»". El nuevo diácono también comparte su experiencia voca- cional y sus años de formación en el seminario: "Fue ponerme en las manos de Dios y apren- der a obedecer, a reiniciar el proceso de decir que no tengo nada y dependo de muchas cosas, pero al final de cuentas es Cristo quien ha estado en las buenas y en las malas con- migo, dándome la fortaleza, consolándome y brindándome alegría y esperanza". Dos nuevos diáconos para la Arquidiócesis de Denver FOTO DE DANIEL PETTY Los diáconos Fernando Londoño (izquierda) y Guillermo Bustillos (derecha) acompañados por el Arzobispo Aquila, quien presidió la misa de ordenación.

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