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EL PUEBLO CATÓLICO NOVIEMBRE 2015 2 Tomás Moro y Juan Fisher ¿murieron en vano? L a idea de que debe permitir- se a los católicos volverse a casar y recibir la comunión no empezó con la carta que fi rmaron el Cardenal Kasper y otros miembros del episcopado alemán en 1993. El episcopado de otro país – Inglaterra – fue pionero en este tema hace unos 500 años. El asunto que se trataba entonces no era si cualquier católico po- día volverse a casar, sino si el rey podía hacerlo, porque su esposa no le había dado un hijo varón. Al igual que aquellos que abogan por la comunión para los que se han vuelto a casar por lo civil, los obispos ingleses estaban incómodos con la idea de aceptar el divorcio y el nue- vo casamiento abiertamente. En su lugar, eligieron modifi - car la ley a las circunstancias individuales del caso al que se enfrentaban, concediendo al Rey Enrique VIII una "anulación" — de manera fraudulenta y sin la aprobación de Roma. Si "el heroísmo no es para el cristiano corriente", como dice el Cardenal alemán Walter Kasper, cierta- mente no lo era para el Rey de Inglaterra. En cambio, cues- tiones de feli- cidad personal y el bienestar de un país fueron los sólidos argu- mentos que sirvieron al divorcio de Enrique. Y el Rey difícilmente podría molestarse en dejar de comulgar como resultado de un matrimonio irregular. El Cardenal Wolsey de Inglate- rra y todos los obispos del país, a excepción del Obispo John Fisher de Rochester, apoyaron el intento del rey de deshacer su primer – y legítimo – matrimo- nio. Al igual que Fisher, Tomás Moro –un laico y canciller del Rey– también le negó su apoyo. Ambos fueron martirizados y posteriormente canonizados. En pública defensa de la indisolubilidad del matrimonio del rey, Fisher sostuvo que "este matrimonio del rey y la reina no podía ser disuelto por ningún poder, humano o divino". Por este principio, dijo, estaba dispuesto a dar su vida. Fisher continuó señalando que Juan Bautista no vio otro modo "de morir más gloriosamente que por causa del matrimonio," a pesar del hecho de que el ma- trimonio entonces "no era tan santo en aquel tiempo como lo es ahora por el derramamiento de la sangre de Cristo". Como Tomás Moro y Juan Bautista, Fisher fue decapitado, y al igual que ellos, es llamado santo. En el Sínodo sobre la Familia que tuvo lugar en Roma en el mes de octubre, algunos de los obispos alemanes y sus parti- darios presionaron para que la Iglesia permita a aquellos divorciados y vueltos a casar, re- cibir la comunión, mientras que otros obispos de todo el mundo insistieron en que la Iglesia no puede cambiar las enseñanzas de Cristo. Esto plantea una pregunta: ¿Los obispos alema- nes creen que los Santos Tomás Moro y Juan Fisher sacrifi caron sus vidas en vano? Jesús nos enseñó a través de su ministerio que el sacrifi cio heroico es necesario para seguir- le. Cuando uno lee el Evangelio con un corazón abierto, un cora- zón que no pone el mundo y la historia por encima del Evangelio y la Tradi- ción, uno ve el precio del discipulado al que todo discípulo está llamado. Los obispos alemanes harían bien en leer "El precio del discipulado" del mártir lute- rano, Dietrich Bonhoeffer. Porque lo que ellos promue- ven es "gracia barata" en vez de "gracia rica", e incluso pare- cen ignorar las palabras de Jesús, "El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame" (Mc. 8, 34; Lc. 14, 25-27; Jn. 12, 24-26). Piensen, por ejemplo, en la mujer adúltera a quien los fariseos presentaron a Jesús para ponerle a prueba. Lo primero que hizo fue protegerla de sus acusadores, y lo segundo fue instarla a dejar su pecado. "Ve", le ordenó, "y no peques más". Siguiendo las palabras del mismo Cristo, la Iglesia Cató- lica siempre ha enseñado que divorciarse y casarse de nuevo es simplemente adulterio bajo otro nombre. Y, puesto que la comunión está reservada a los católicos en estado de gracia, aquellos que viven en situación irregular no pueden participar en ese aspecto de la vida de la Iglesia, aunque son siempre bienvenidos en la parroquia y a la Misa en sí. El pasado mayo, el Cardenal Kasper afi rmó en una entrevis- ta a la revista Commonweal que "no podemos decir si se trata de un adulterio en curso" cuando POR EL EXMO. MONSEÑOR SAMUEL J. AQUILA El Pueblo C A T Ó L I C O Directora General: Karna Swanson Editora interina: Carmen Elena Villa EL PUEBLO CATÓLICO, periódico en español de la Arquidiócesis de Denver, 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210, Teléfono 303-715-3219, Fax 303-715-2045, E-mail: elpueblo@archden.org Continúa en la Página 11 Por Martha Fernández-Sardina* Cada uno de nosotros provie- ne de una familia. Todos somos parte de la familia humana y los bautizados somos además miembros de la familia de Dios en la Iglesia. Esto han recalcado el Papa Francisco y los obispos pro- venientes de cada continente, reunidos del 4 al 25 de octubre para la XIV Asamblea Gene- ral Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre "La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo". Sus discursos y discusiones han sido resumidos en el do- cumento conclusivo o Relatio que han entregado los obispos al Santo Padre para su refl exión, con miras a una posible Ex- hortación Apostólica sobre la familia. El Sínodo de la Familia con- vocó a 270 padres sinodales, obispos representantes de todo el mundo. Participaron también algunos sacerdotes, religiosos, matrimonios, laicos y "delega- dos fraternos" representando a otras comunidades cristianas. Muchos en los medios de comunicación, incluyendo las redes sociales, aún comentan algunos puntos de controversia surgidos antes, durante y a raíz de las deliberaciones sinodales, tanto en octubre del 2015 como en la Asamblea Extraordinaria en octubre del 2014. Pero muchos descuidan otros puntos que nos conciernen a cada uno de nosotros, laicos, re- ligiosos, presbíteros y pastores de la Iglesia. Los encontramos en la Rela- tio fi nal que incluye 94 artículos aprobados por una mayoría de por lo menos dos tercios de los votantes. Estos artículos abar- can una amplia gama de temas que conciernen a la vida diaria de nuestras familias y socieda- des en todo el mundo. Hablaron de tu familia El Papa y los obispos han ha- blado de ti y de millones de her- manos en todo el mundo. De las alegrías y las penas, las luces y las sombras que enfrentamos en la vida familiar hoy, a nivel eclesial y social. Quizás tú te encuentras en una situación difícil en tu ma- trimonio y vida familiar. Tal vez tu unión no es una unión sacramental. Quizás sufres la gran prueba de la esterilidad que afecta a tantas parejas. A lo mejor has experimentado la infi delidad en tu matrimonio. Quizás tú o tu cónyuge han pro- curado una separación o un di- vorcio. Tal vez tu matrimonio ci- vil o sacramental ha fracasado. O te preguntas si tu matrimonio sacramental fue válido o si se declararía nulo. Tal vez comple- taste el proceso de nulidad y fue declarado válido y te encuen- tras en una segunda unión con hijos y no sabes de qué manera puedes participar en la vida de la Iglesia. Quizás no has encontrado la persona adecuada para unirte en el vínculo del matrimonio y sientes el peso de la soledad. Tal vez tú o alguna persona que quieres, sienten atracción a personas del mismo sexo y tienen preguntas sobre dón- de y cómo recibir amor y sana compañía. Quizás tienes amis- tades u observas en la sociedad a personas que promueven la llamada "ideología del género" y te preguntas cuál debe ser tu postura ante quienes dicen ser "transgénero". Tal vez tú o alguien en tu fa- milia han sido víctimas de la pornografía y de otras distor- siones de la sexualidad. Quizás tu unidad familiar y tus contri- buciones a la sociedad se ven afectadas por uno o más vicios y patrones de pecado. Tal vez has procurado o apoyado a alguien en un aborto y no sabes que Dios quiere y puede perdonar los peores pecados y quiere y puede sanar nuestras almas de los efectos de nuestra desobe- diencia y miseria humana. A lo mejor has dejado tu país de origen en búsqueda de segu- ridad física o económica para ti y tus seres queridos y tu estatus migratorio presenta grandes retos y tentaciones. Tal vez tú o tus padres están envejeciendo y enfrentan los grandes retos que vienen con la ancianidad y la precariedad, especialmente cuando faltan recursos econó- micos o la salud. Quizás tú o tu cónyuge, o tus hijos o nietos, tus hermanos o amistades no abrazan ni prac- tican ya la fe católica y no sa- ben qué hacer o han decidido mantenerse al margen de la vi- da parroquial y eclesial, o están dispuestos a regresar. Tal vez tus retos y los de tus seres queridos y allegados son otros, no fácil- mente vistos por las personas que te rodean, pero igualmente requieren de ayuda pastoral en el seno de la Iglesia. ¡Para eso es- tamos! ¡La Iglesia quiere y pue- de ayudar! El fruto de este Sínodo es pa- ra ti: para tantos que sufren y debemos acoger y apoyar; para tantas familias cuyas vidas de- bemos celebrar e imitar, inclu- yendo las familias numerosas que están viviendo el "evange- lio de la familia" y el "evange- lio de la vida" a plenitud; para todos los que se esfuerzan por dar testimonio a otras parejas y familias de la belleza de la vida matrimonial y familiar; para tantos que no conocen el don de Dios y la vida en abun- dancia que Cristo ofrece en Su Iglesia. Una mirada a partir del Sínodo de la Familia FOTO DE L' OSSERVATORE ROMANO El Papa abraza a una familia que viajó por tierra, desde Argen- tina hasta Filadelfi a para participar en el Encuentro Mundial de las Familias que se realizó el pasado mes de septiembre.

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