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EPC - Septiembre 2013

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EL PUEBLO CATÓLICO SETIEMBRE 2013 3 TU IGLESIA TE RESPONDE El Pueblo Católico (USPS 024-042 / ISSN 1936-1122) is published monthly by the Archdiocese of Denver, 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210, and printed by Signature Offset in Colorado Springs. Periodical postage is paid in Denver, CO. Subscriptions: $ 12 a year in Colorado, $ 16 per year out of state. Postmaster, send address changes to: El Pueblo Católico, Circulation Dept., 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210. Por Alexandra Salazar * "No te despidas todavía", me decía Marito unos días antes de morir. Ambos sabíamos que la muerte estaba cerca, pero cada minuto que Dios le concedía era muy valioso. Le era difícil partir, dejar atrás, esposa, hijos, familia, amigos…su vida. Yo sólo que- ría que supiera lo mucho que lo amaba y lo agradecida que esta- ba por todo lo que me enseñó, por todo lo que me dio, por todo lo que vivimos juntos. "¡Ayúda- me a llegar al cielo!" le repetí mu- chas veces. Todo lo aprendido, recibido, vivido, todo, cobraba un sentido profundo. ¡Marito se estaba ju- gando el todo por el todo! Hacían ya dos años que a Mario le detectaron cáncer al páncreas. Recuerdo vivamente cuando le pidieron ir al hospital a realizarse una operación para remover lo que pensaban era una piedra en el ducto biliar. "Tengo miedo", me dijo. Yo no le hice mucho caso, pensando que sería algo sencillo y todo volvería a la normalidad. Marito lo intuía, pero yo no sabía que sería el inicio de un camino que transformaría nuestras vidas. De pronto nos encontramos viviendo una realidad que pen- sábamos lejana. Nacía en nues- tros corazones la urgencia de pe- dir oraciones a muchos. Éramos conscientes de que necesitába- mos de la fuerza de Dios para re- correr este camino. Y fue como si Dios se hubiese inclinado sobre nosotros para sostenernos en un abrazo. La gracia estaba allí y muy fuerte. Siempre nos sen- timos profundamente amados y supimos que todo esto tenía un sentido. No todo estaba claro en ese momento, pero nos aferra- mos a la cruz. ¡La cruz! ¡La cruz que purifica y salva! Marito supo abrazarse a la cruz con valentía, con gene- rosidad, con amor. El camino no fue fácil, fueron muchos días de incertidumbre, de visitas a mé- dicos y al hospital; de someterse a distintas intervenciones, trata- mientos y pruebas… pero Mario era fuerte y nunca perdió la espe- ranza, fuente que le permitía irra- diar alegría en medio del dolor. Recuerdo conmovida la respues- ta que después de su primera radiación le dio al doctor cuando éste le preguntó ¿Cómo se sentía? "¡Estoy radiante!" dijo. Fueron dos años en que Mario vivió la mortificación, sufriendo pacientemente. Nunca se que- jó. Dócilmente adhirió su dolor al misterio de la cruz y se dejó transformar por él. "Si tú por ventura mil cruces recibes, alaba esa suerte de males benditos; te acercan a Aquel que habitó en- tre los hombres, Aquel que mu- rió para llevarnos al cielo", cantó muchas veces Mario en su vida. Todos pedíamos un milagro, pedíamos su curación, y lo hi- cimos con fuerza hasta el final. Pero el Señor estaba transfor- mando la vida de Mario a un ni- vel más profundo. "Ya entiendo", me dijo un día: "¡El milagro es que Dios me ha salvado!" Marito se había unido aún más a Dios, abrazando su cruz. Y esa unión con Dios fue para él, el verdadero proceso de curación. Los últimos días de su vida, abrí de par en par la puerta de mi casa. Nuestra comunidad de amigos llenaba su cuarto con canciones y oraciones. ¡Aquella comunidad en la cual Mario y yo nos encontramos con el Señor Je- sús y en donde nuestra fe se hacía vida! Marito estaba acompañado, rodeado de amigos, envuelto en amor. "¡Tener una comunidad de amigos es tener un pedacito de cielo en la tierra!" nos dijo a todos un día. ¡Nos sentíamos en el cielo! En medio de esos días en que mucha gente vino a rezar por él, el Señor preservó con mucha de- licadeza un momento especial para Mario y para mí. Fue la ma- ñana del quince de diciembre. Marito esperaba ansioso a que abriera mis ojos. Respiraba con dificultad, pensé que necesitaba su medicina…le di un beso y me quedé a su lado. El Espíritu Santo suscitó en mí leerle la Biblia. Im- buidos en la presencia de Dios, abrí al capítulo 11 de San Juan. Nuevamente el Señor nos recor- daba su Palabra de amor en el pasaje que había acompañado a Mario durante toda su enfer- medad: "Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado en ella". "Yo soy la resurrección, el que crea en mí, aunque muera vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?" Al terminar de leer y al abrazarme a él, Ma- rito expiró. La presencia de Dios era muy fuerte ¡y yo pude tocar la eternidad! Marito no sufrió en vano, su dolor fue muy fecundo, ha sido fuente de innumerables bendi- ciones para mí, para mis hijos y para muchos otros. "No hay cristianismo sin cruz", me repe- tía muchas veces. "Todo con ale- gría", me enseñaba; alegría pro- funda que inunda el corazón, en medio de un dolor que desgarra. Varias veces le pedí a Marito que les dejara algo escrito a sus hijos, pero les dejó algo mucho mejor. Les escribió con su vida, fuerte y claro, que ¡Dios existe, que Su amor es real, que salva y que es más fuerte que la muerte! ¡Te amo Marito! * Alexandra es viuda de Mario Salazar y madre de 4 niños: María, José, Ana y Francisco. Es miembro del Movimiento de Vida Cristiana. "¡Ayúdame a llegar al cielo!" FOTO PROVISTA En tiempos de tanto ruido y cambio, en los que a veces -sino la mayoría-, se nos hace difícil rezar y escuchar a Dios, Monse- ñor Jorge de los Santos nos re- comienda la Hora Santa, como un ámbito privilegiado para estar con el Señor y escucharlo. Aprovechemos todas las oca- siones en que podamos visitar al Señor Jesús y pasar una Ho- ra Santa con Él, pues será mo- mento de enriquecemos con el Amor de los Amores. R ecordemos a Jesús en el Huerto de los Olivos que pidió a sus discípulos que estuvieran despiertos con Él en oración y al volver los encontró dormidos. Entonces les dijo "¿No pudieron velar conmigo una hora? Velen y oren para que no caigan en tentación". Dondequiera que se haga oración, ya sea en un templo, en una capilla, en medio de la naturaleza, o en la casa, la idea es buscar un momento de tranquilidad, silencio, paz y permitirle al Señor que te ha- ble a ti especialmente. Es una práctica importante y seria en la vida espiritual de todo cris- tiano. Es recomendada para todos aquellos que quieren co- nocer mejor al Señor. La Hora Santa es una opor- tunidad magnífica para hacer ese silencio interior en el que el Señor nos habla especial- mente. Esto se logra de variar maneras. La Hora Santa rezada en la Iglesia, tiene la ventaja de la presencia del Señor en el Santísimo Sacramento, y la Iglesia es el lugar natural para la oración. ¿Qué hacer durante la Hora Santa? Eso puede variar. Sólo hay que dejar que se exprese el corazón. La expresión del amor no tiene una estructura formal, aunque en la oración también podría ayudar el va- lerse de leer pasajes de las Sagradas Escrituras, oracio- nes devocionales ya escritas, letanías, rosarios, viacrucis u otras oraciones formales. To- das ellas pueden usarse para ir introduciéndose en el silencio interior. Una vez iniciada la comuni- cación con el Señor, es bueno estar atento a escucharlo, sen- tirlo y expresarle nuestro amor, nuestra admiración, nuestro respeto. Es necesario abrir el corazón al Señor para dejar que fluyan los sentimientos. Pero sobre todo la Hora San- ta es diálogo donde se privile- gia el escuchar al Señor Jesús, que tiene tantas cosas mara- villosas que transmitirnos; es nuestra alma la que necesita llenarse de Él. Estos momentos de intimi- dad son necesarios para el es- píritu. El Arzobispo Fulton J. Sheen decía acerca de la Hora Santa: "La forma de conocer mejor a un amigo es pasar tiempo con él. Si nosotros que- remos conocer mejor al Señor necesitamos también pasar tiempo con Él. Deberíamos es- tar con Él en oración silenciosa por lo menos una hora al día". ¿Qué es la Hora Santa? ¿ ? ENVÍENNOS SUS PREGUNTAS Si tienen preguntas o dudas de fe, búsquenos en el Facebook de El Pueblo Católico, llámenos al (303)715- 3238 o escríbannos a elpueblo@archden.org Con mucho gusto, responderemos sus dudas, para que así todos podamos crecer y fortalecer nuestra fe. FOTO PROVISTA Alexie pasando unos días en Vail, junto a su esposo Mario, poco tiempo antes de que él muriera de cáncer.

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