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EL PUEBLO CATÓLICO SETIEMBRE 2013 12 E l Año por y continuado Francisco es un buen una evaluación he vivido cho con ¿He logrado de tal forma ser? ¿De Fe, qué de Fe he diaria? ¿Cómo en la liturgia culto a Dios? clamar que me He decidido te tema Año de nando sobre ner todavía que permita su vivencia proponerse dejado lo que se correcta; hacer algo. TESTIMONIOS Oportunidad de trabajo en Denver Trabajo de medio tiempo para vendedores bilingües Los clientes de T-Mobile se comunican en varios idiomas. Contamos con localidades en todo el país, y nuestras tiendas reflejan la diversidad y vitalidad de nuestras comunidades y clientes. Por ello, necesitamos Representantes de ventas que ofrezcan un gran servicio, en diferentes idiomas. Si usted puede proveer servicio excepcional -tanto en español cómo en inglés- sus habilidades podrán traerle grandes éxitos. Como Ejecutivo de Venta, usted será responsable de representar a T-Mobile, como la compañía de servicios más reconocida del país. 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Por Vladimir Mauricio-Pérez Desperté a las 4 a.m. al soni- do de tambores y alabanzas que retumbaban en las colinas que cubren el hermoso país de Ruan- da. Por fin había llegado al lugar al que el Señor me había llama- do. Ya estaba ahí después tantas pruebas y apuros. El camino pa- ra llegar a este hermoso país afri- cano había estado marcado por grandes pasos de fe, ya que fue necesario recaudar casi $7,000 dólares, de los cuales la mayoría llegaron al último momento. En fin, la aventura había sido sufi - ciente, para hacer el viaje digno de contarse. Sin embargo, lo que el Señor me tenía preparado no tenía comparación. Ruanda es un pequeño país si- tuado en el corazón de África, un país marcado por las apariciones de la Virgen María en 1980, pero marcado también por el egoísmo y pecado del hombre, que trajo la muerte de alrededor de un millón de personas en el genocidio de 1994. Nuestro grupo de 12 estu- diantes de Benedictine College fue con un propósito: reflejar el amor de Dios a los niños de Ruanda. A pesar de nuestra misión, Nuestra Señora nos tenía prepa- rado algo que no esperábamos: una experiencia que cambiaría para siempre nuestras vidas. Para mí, todo comenzó al la- do de Immaculée Illibagiza, una sobreviviente del genocidio de Ruanda, quien después de todo lo vivido, fue a la cárcel a perdo- nar a su vecino, por haber asesi- nado a su familia. Compartir esta experiencia al lado de una mujer tan ejemplar, fue una bendición muy grande. Me impresionó ver cómo alguien que había pasado por una tragedia como esa, aún podía reír tanto y amar a Dios como ella lo hace. Immaculée no quería sola- mente que fuéramos a servir, sino a recibir. La mayor parte del tiempo estuvimos en Kibe- ho, el pueblo donde se apareció la Virgen María. Bajo el nombre de "Nuestra Señora de los Dolo- res", la Virgen se apareció a tres jovencitas. A través de ellas pidió que rezáramos el Rosario diaria- mente y que ofreciéramos todos nuestros dolores por la conver- sión de las almas, y en reparación de nuestros pecados. Nos llamó también a rezar el Rosario de sus Siete Dolores, por medio del cual prometió quitar vicios y conver- tir corazones. Este Rosario ha probado ser milagroso, y entre otros, ha sanado a parejas estéri- les que han concebido. Tuvimos la oportunidad de ha- blar con Anathalie, una vidente a quien la Virgen le pidió que vivie- ra una vida de sufrimiento por la salvación del mundo. Ella aceptó y ahora sufre de enfermedades. Hay días en los que pierde la vis- ta y otros en los que siente como si tuviera miles de alfileres en su cuerpo. Sin embargo, Anathalie cuenta que el dolor más grande es el no ver a la Virgen. Cuenta que el estar en la presencia de Nuestra Señora es como estar en el cielo. Su compostura y reflejo de amor, paz y ternura lo llevan a uno a hincarse, ya que nadie puede estar de pie ante tanta belleza. Al reflexionar en todo ello, sen- tí un nudo en la garganta. Me di cuenta que la historia de Ruan- da era mi historia, que si bien yo había aceptado a Dios en mi vida, aún seguía hundido en mi egoísmo y mi pecado; que en vez de ofrecer mis sufrimientos me enojaba, y en vez de amar me preocupaba por mí mismo. El egoísmo en Ruanda acabó en el genocidio. ¿En qué acaba- ría el mío? ¡Ya no quería vivir así! Tantas veces había intentado cambiar pero siempre fallaba en el intento. Y así fue que en mi noche oscura, frente a la estatua de Nuestra Señora de Kibeho, lloré como un niño. Le supliqué: "Ayúdame, Madre. Quiero sufrir contigo pero no puedo. No sé ha - cerlo. Soy débil. Dame la gracia que necesito. Ayúdame." En ese instante me di cuenta que me había llamado para pe- dirme que uniera mis sufrimien- tos a los de Ella, y que empezara a negarme a mí mismo, hacien- do feliz a los niños pobres que me rodeaban. Hoy en mi corazón hay un deseo más profundo de ser co- mo el Padre Pío, Juan Vianney y tantos santos que no pedían consolación, sino sufrimiento. De la misma manera te invito a ti a que ofrezcas tus sufrimientos a Jesús y a María. Si has leído este mensaje es porque a ti también Nuestra Madre te llama. Tu su- frimiento es una oportunidad de bendición. No lo desperdicies. ¡Ayúdame a sufrir contigo! FOTO PROVISTA Luego de su visita a Kibeho, Vladimir fue a Ruanda para unirse al corazón de María, sirviendo a los niños más pobres. arcoíris estadio JMJ Viene