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EPC - Septiembre 2013

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EL PUEBLO CATÓLICO SETIEMBRE 2013 13 E l Año de la Fe, proclamado por el Papa Benedicto XVI y continuado por el Papa Francisco está llegando a su fin y es un buen momento para hacer una evaluación personal: ¿Cómo he vivido este año? ¿Qué he he- cho con esta Fe que he recibido? ¿He logrado personalizar la Fe de tal forma que sea parte de mi ser? ¿De qué forma he vivido mi Fe, qué expresiones concretas de Fe he mostrado en mi vida diaria? ¿Cómo he celebrado la Fe en la liturgia que me permite dar culto a Dios? ¿He llegado a pro - clamar mi Fe en este "mundo" que me rodea? He decidido escribir sobre es- te tema antes de que termine el Año de la Fe para que reflexio- nando sobre ello, podamos te- ner todavía un poco de tiempo que permita a unos intensificar su vivencia de la Fe; a otros el proponerse retomar lo que ha dejado de lado; a otros corregir lo que se ha hecho de forma no correcta; y a otros empezar a hacer algo. El Año de la Fe tiene un gran propósito. No es una acción pro- pagandista, sino que responde a las necesidades de los fieles en la Iglesia Católica. Al anunciar el Año de la Fe, Benedicto XVI dijo que este tiempo busca "dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del de- sierto en el cual muy a menudo se encuen- tran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente". La Fe es para la vida y nos damos cuenta de que nosotros nece- sitamos no sólo un plan de vida en el plano meramente humano material o científico, también necesitamos amor, sentido y esperanza, un fundamento seguro, un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico, incluso en la crisis, en la oscuridad, en las dificultades y problemas cotidianos. La Fe nos dona precisamente esto: una confiada entrega a un "Tú", que es Dios, que me da una certeza diferente, pero no menos sólida que la que proviene del cálculo exacto o de la ciencia. La Fe no es un mero asentimiento intelectual del hom- bre a las verdades particulares sobre Dios, es un acto con el cual me entrego libremente en las ma- nos de Dios, que es Padre y que me ama. La Fe es un don de Dios, pero también es un acto profundamente humano y libre. El Catecismo de la Iglesia Católica lo dice cla- ramente: "Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios inte- riores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre". Es más, las implica y los exalta, en una apuesta de vida que es como un éxodo, es decir, un salir de sí mismos, de las propias seguridades, de los propios esquemas menta- les, para confiarse a la acción de Dios que nos muestra su camino, y conseguir la verda- dera libertad, nuestra identidad humana, la verdadera alegría de corazón, la paz con todos. Creer es confiarse libremente y con alegría al plan providen- cial de Dios en la historia, como lo hizo el patriarca Abraham, como lo hizo María de Nazaret. La Fe es, pues, un consenti- miento con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen "sí" a Dios, confesando que Jesús es el Señor. Y este "sí" transforma la vida, le abre el camino hacia una plenitud de sentido, que la hace nueva, rica de alegría y esperanza fiable. La Fe es un acto personal, dice también el Catecismo. Es "la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la Fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la Fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la Fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra Fe. Cada cre- yente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la Fe de los otros, y por mi Fe yo contribuyo a sostener la Fe de los otros". ¡Aún hay tiempo! Vivamos intensamente estos meses del Año de la Fe, que concluye en noviembre en la Fiesta de Cristo Rey y obtengamos los frutos espirituales que el Señor nos ofrece como recompensa del vivir según las indicacio- nes propias de nuestra Igle- sia. Agreguemos un "plus" a nuestra vida, que le da una alta calidad a nuestra existencia. ¿Y el Año de la Fe dónde se ha quedado? ESPIRITUALIDAD POR MONS. JORGE DE LOS SANTOS No sé ha- la gracia cuenta para pe- sufrimien- empezara hacien- pobres que hay un ser co- Vianney pedían sufrimiento. invito a ti sufrimientos a leído este también Tu su- oportunidad de desperdicies. arcoíris tal como sucedió en el estadio Mile High, hace 20 años durante la bienvenida al Papa. Al término de la Eucaristía, el Arzobispo Aquila otorgó a la congregación una bendición papal con indulgencias plena- rias. "Fue increíble", dijo Alison Taoka, parroquiana de St Tho- mas More en Centennial, que participó en la celebración junto con su esposo Dan y sus cuatro hijos. Ella participó en la JMJ de 1993 siendo adolescente, y en ese entonces experimentó "un cambio de vida" que solidi- ficó las bases de su fe. Por ello, "ya le dije a mis niños que voy a hacer lo que sea necesario para llevarlos a una Jornada Mundial de la Juventud", culminó. * Julie Filby es reportera del Denver Catholic Register. Agra- decemos a Sandra Mallea por la traducción de esta nota. JMJ Denver Viene de la Página 10

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