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EPC - Enero 2014

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EL PUEBLO CATÓLICO ENERO 2014 12 El perdón como único camino para la paz N o ha pasado ni siquiera un mes desde que en medio de los ajetreos y prepa- raciones para la Navidad, un doloroso evento enlutó nueva- mente a Colorado: el tiroteo en Arapahoe Highschool. Fue el 13 de diciembre cuando el joven de 18 años, Karl Pierson, ingre- só a su colegio en Centennial, Denver, portando una escopeta y más de 125 municiones, un machete y tres bombas incen- diarias caseras, para desatar su rabia y reclamar justicia. El re- sultado, como todos sabemos, además de algunos heridos, fue la muerte de Claire Davis, una joven estudiante de 17 años, y del mismo autor del tiroteo. Dolor, confusión, desaliento inundaron los corazones de muchas personas. Una vez más, un joven, común y corriente, tomaba las armas buscando desesperadamente resolver sus dolores y frustraciones. Frente a dicho acto, no pocos reclamaban venganza. Sin embargo, Michael y Desiree Davis, padres de Claire, conmovie- ron al mundo entero cuando en el funeral de su querida hija di- jeron: "Mi esposa y yo perdonamos a Karl Pierson por lo que hizo… y nos gustaría pedirles a todos aquí presentes y los que están mirando (por la televisión), que lo perdonen", dijo el padre. Lue - go señaló: "Él (Karl) no sabía lo que estaba haciendo". Recordando los últimos momentos de la vida de su hija, Michael Davis compartió que sus últimas palabras fueron «Dios mío, Karl ¿Qué estás haciendo?" Según el padre, de esta manera Claire estaba tratando de iluminar la oscuri- dad emocional que afectaba a Pierson. Nunca sabremos los moti- vos profundos que agobiaban el corazón de Pierson. Y muy probablemente, como dijo la dulce joven de 17 años antes de morir, Karl, cegado por su ira y sus emociones, no sabía lo que estaba haciendo. Y es que así somos los seres humanos. Muchas veces, no somos conscientes de lo que con nuestros actos podemos ocasionar en los demás, así como en nosotros mismos. Muchas veces nuestros pro - pios problemas y fragilidades nos llevan a tener actitudes que agreden y dañan a los de- más. No necesariamente lle- gamos al extremo de usar un revolver, pero quizás nuestras palabras, actos, indiferencias, o agresiones, hieren honda- mente el corazón de los que nos rodean. O de lo contrario, nos toca recibir las agresiones de los que más queremos. Ante esta situación, con no poca frecuencia guardamos rencor, reclamamos justicia, exigimos una enmienda o cerramos nuestro corazón, pensando que esto sanará nuestro dolor. Pero Michael y Desiree Davis nos han dado un her- moso testimonio en medio de su profundo dolor. Vivir y optar por el perdón, con la consciencia de que la única manera de acabar con los tiro- teos, conflictos y guerras en el mundo, es optar por el amor. "Como ciudadanos de nuestra comunidad, del estado de Co- lorado, de nuestra nación y del mundo, debemos esforzarnos por vivir la bondad, la com- pasión, la paz y el amor, para afirmar nuestra humanidad. No podemos permitir que la ira, la rabia o el odio se arraigue en nosotros, ni hoy, ni nunca", dijo el padre. ¡Qué hermoso ejemplo en medio de una tragedia como ésta! Sin duda, una gran luz; la luz del amor y del perdón, que el mundo tanto necesita y que debe iluminar nuestro corazón y el de toda la humanidad. El mal siempre va a existir, porque los seres humanos so- mos frágiles y pecadores. Sin embargo, está en cada uno de nosotros tomar la decisión so- bre cómo reaccionar frente a dicho mal. Podemos amargar- nos y encerrarnos con dolor y resentimiento, o podemos optar por perdonar, por amar, por reconciliar. "Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo", dice el Papa Francisco en su Evangelii Gaudium. "Él perdona setenta veces siete". Así pues, el Señor nos invita siempre a perdonar. Y a la vez, nos invita a pedir perdón, y a buscar la reconciliación. Sólo un corazón reconciliado podrá verdaderamente vivir la paz y el amor. En ese sentido, el Papa nos insiste en su Exhortación: "Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia". Que esta experiencia de amor y perdón sea la que ilumine nuestras vidas en este nuevo año 2014. OPINIÓN TESTIMONIOS POR MAYÉ AGAMA 56.9 millones de bebés han sido abortados en Estados Uni- dos, desde que en 1973 la Corte Suprema decidió legalizarlo en el país. Son muchas mujeres que se enfrentan día a día con el dilema de defender la vida o desecharla. Karen Burt, una joven madre que enfrentó el mismo problema hace un año, dice que pese a lo que mucha gente comenta, el aborto no es la solución. Y se lo dijo especialmente a otra joven adolescente embarazada, que se encontró con el dilema del aborto. Publicamos su carta en ho- menaje a aquellas mujeres, que a pesar de las dificultades que enfrentan, tienen la valentía y amor para tomar la mejor deci- sión: amar a sus bebés y dejarlos vivir. Por Karen Burt Mi nombre es Karen y soy una madre adolescente. Me acaba- ba de graduar de la escuela se- cundaria y estaba lista para em- pezar el próximo capítulo de mi vida: principalmente conseguir "mi libertad". Dos meses antes de empezar la universidad, me enteré que estaba embaraza- da; tenía 17 años. Al hacerme la prueba de embarazo, viví los tres minutos más largos de mi vida. Me dije a mí misma, man- tén la calma, abrí los ojos y leí los resultados: "Embarazada". Esa simple palabra cambió toda mi vida. Pensé en la posibilidad de abortar para "resolver el proble- ma", ya que como algunos me decían, un bebé "podría arrui- nar tu vida". Mi vida volvería a la normalidad, podría tener una gran vida en la universidad y nunca nadie lo sabría. Sin em- bargo, mientras contemplaba esta posibilidad, sabía que a pesar de que nadie podría ser capaz de notar algún cambio en mí -exteriormente-, en mi inte- rior habría una gran diferencia. Una diferencia que no iba a ser capaz de olvidar nunca. Me destruiría y nunca volvería a ser feliz de nuevo, sabiendo lo que había hecho: deshacerme de mi hijo o mi hija. Así que decidí que nunca ten- dría un aborto en mi vida. Nin- guna presión, por más grande que fuera, o de la persona que fuera, me haría matar a mi bebé. Sabía que mi familia estaba decepcionada de mí. Lo pude ver en sus rostros y en la forma en que actuaron. Sé que la gente hablaba de mí, que murmura- ban diciendo que debería abor- tar, o dar al bebé en adopción, porque yo era sólo una adoles- cente irresponsable. Pero no me importó. En el fondo sabía que estaba haciendo lo mejor por mi bebé. Lo que mi familia y amigos pensaban de mí, no im- portaba en ese momento. Tenía que ser fuerte, pues ahora iba a traer una nueva vida al mundo. En el preciso momento en que mi bebé fue concebido, me convertí en madre y lo seré por siempre, sea que decida tenerlo o no. Y aunque el embarazo no es una cosa placentera, estaba feliz de aceptarlo. No hay palabras para descri- bir la felicidad que experimenté cuando sentí la primera patadi- ta; ver los dedos de sus manos y pies y su pequeña naricita en el ultrasonido, fue indescriptible; en una palabra, increíble. Había un ser humano creciendo den- tro de mí. ¡Una nueva vida! El día en que nació y lo colo- caron en mis brazos, fue el día más feliz de mi vida. Hoy puedo decir que soy una madre muy orgullosa, de un be- bé de nueve meses lleno de vida y sonriente, llamado Matthew. Él es la mejor decisión que ja- más haya podido tomar en mi vida. Matthew tiene ocho dien- tes que se pueden ver cuando sonríe, porque su sonrisa es grande. Ahora puede gatear tan rápido que apenas puedo seguir su ritmo. Cuando bostezo, él me imita entrecerrando sus ojos. Su juguete favorito, desafortuna- damente, es el juguete del perro y no puedo comprender por qué le encanta tanto. Le gusta jalar todos los libros y las pelí- culas de los estantes y me mira y se ríe cuando lo hace; para él es el mejor juego, aunque para mí no tanto, ya que tengo que recogerlo todo. A la mayoría de los bebés no les gusta la hora del baño, a mi hijo le encanta. Le encantan también los camotes y detesta las alverjitas, prácti- camente suspira cuando prue- ba la fruta fría. Aunque a veces puede ser exigente, lo amo más que a nadie en este mundo. "Dale a tu bebé el "regalo de la vida" Carta de una madre adolescente a otra que quiere abortar FOTO PROVISTA "El día en que nació Matthew y lo colocaron en mis brazos, fue el día más feliz de mi vida", dice Karen. Continúa en la Página 15 "Inmigración Estados Renovando nación", mente la Editorial Considerando de inmigrantes el país, nes son una visión nada por

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