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EPC - Mayo 2014

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EL PUEBLO CATÓLICO MAYO 2014 3 El Pueblo Católico (USPS 024-042 / ISSN 1936-1122) is published monthly by the Archdiocese of Denver, 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210, and printed by Signature Offset in Denver. Periodical postage is paid in Denver, CO. Subscriptions: $ 12 a year in Colorado, $ 16 per year out of state. Postmaster, send address changes to: El Pueblo Católico, Circulation Dept., 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210. de la CO 80210, TU IGLESIA TE RESPONDE Todos los miembros de la Iglesia universal acabamos de celebrar, del 17 al 19 de abril, los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús, que como sabe- mos, son los más importantes de nuestra fe católica. De ahí la necesidad de comprender al máximo lo que significan. Por ello, en esta edición Mons. Jorge De los Santos, Vicario para el Ministerio Hispano, responde a la pregunta ¿Qué es el Domin- go de Resurrección? L a Pascua, también llamada Pascua Florida, Domingo de Pascua, Domingo de Resurrección, es la celebra- ción central del cristianismo, en la que se conmemora, de acuerdo con los Evangelios, la Resurrección de Jesús al tercer día, después de haber sido crucificado. La Vigilia Pascual es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Re- surrección de Jesús adquiere sentido toda nuestra fe. La Vi- gilia Pascual es el sábado por la noche pero litúrgicamente es considerado domingo, y es allí donde inicia el día de la Resurrección que se prolonga por ocho días, por medio de la Octava de Pascua. De esta manera, si bien en el tiempo cronológico son ocho días, en el Kairos (tiempo en que actúa el Señor) los celebramos como si fueran un solo día, el gran Domingo de Resurrección. Resurrección significa que Cristo triunfó sobre la muer- te y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical, por medio de la liturgia, hacemos presente de una manera especial este gran misterio de la Resurrección. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permane- cerá prendido hasta el día de Pentecostés, pasando por la celebración de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo. Cuando celebramos la Re- surrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte. En la Resurrección encon- tramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros ¿Qué po- demos temer? ¿Qué nos puede preocupar? San Pablo nos dice: "Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe" (1 Cor 15, 14). Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras habrían quedado en el aire, sus promesas ha- brían quedado sin cumplirse. Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido. El Domingo de Pascua es una fiesta móvil, lo que significa que no se fija en relación al calendario civil. El primer Con- cilio de Nicea (año 325) estable- ció la fecha de la Pascua como el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte. La fecha por tanto, varía entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Así se establece la fecha de la Pascua como eje central del año litúrgico. Nos dice San Pablo: "Aquel que ha resucitado a Jesucristo devolverá asimismo la vida a nuestros cuerpos mortales". No se puede comprender ni expli- car la grandeza de las Pascuas cristianas sin evocar la Pascua Judía, que Israel festejaba, y que los judíos festejan todavía, como lo festejaron los hebreos hace tres mil años, la víspera de su partida de Egipto, por orden de Moisés. El mismo Jesús ce- lebró la Pascua todos los años durante su vida terrena, según el ritual en vigor entre el pueblo de Dios, hasta el último año de su vida, en cuya Pascua tuvo efecto la cena y la institución de la Eucaristía. Cristo, al celebrar la Pascua en la Cena, dio a la conmemoración tradicional de la liberación del pueblo judío un sentido nuevo y mucho más amplio. No es a un pueblo, una nación aislada a quien Él libera sino al mundo entero, al que prepara para el Reino de los Cielos. ¿Qué es el Domingo de Resurrección? P. Marek Ciesla, párrocos de Our Lady of Guadalupe y St. Joseph Polish, consecutivamente. En su homilía, Mons. Sch- mitz, haciendo referencia al Evangelio, señaló que Jesús se aparece en medio de sus discí- pulos mostrándoles sus llagas y ofreciéndoles paz. "¿Cómo es que al ofrecerles paz, Jesús in- cluye también sus heridas, que reflejan lo terrible de la violen- cia de la cruz?", preguntó el sa- cerdote. Y luego añadió que la verdadera paz se logra median- te la aceptación del sufrimien- to. "San Juan XXIII sabía esto y lo vivió al ayudar a refugiados judíos en la II Guerra Mundial. Él conoció el sufrimiento y sin embargo fue conocido como el Papa alegre", dijo Mons. Sch - mitz. "Y San Juan Pablo II tam- bién conoció esta realidad… pero comprendió quién era el Señor de su vida y en medio de tan terribles sufrimientos vivió en paz". Al finalizar la Misa, los fieles rezaron la coronilla a la Divina Misericordia en los 3 idiomas frente al Santísimo expuesto, y fi- nalmente veneraron las reliquias de San Juan Pablo II y Sor Fausti- na Kowalska. 4 Papas Fue un bendecido e histórico Domingo de la Misericordia, que puso al mundo de fiesta. No sólo Roma vivió este momento, sino que personas en el mundo entero siguieron la ceremonia desde sus países, hogares, mo- vimientos, iglesias. Y no es para menos, pues como dijo el Arzo- bispo de La Habana, Cardenal Jaime Ortega, quien estuvo en la canonización en Roma: "Tu- vimos dos Papas arriba y otros dos abajo". BRUNO/ALETEIA San FOTO DE LARA MONTOYA Como parte de las celebraciones en Denver, fieles pudieron venerar las reliquias de San Juan Pablo II. FOTO DE JEFFREY BRUNO/ALETEIA Fiesta y alegría reinó en Roma al celebrar la canonización de los dos gigantes del Siglo XX. FOTO DE JEFFREY BRUNO/ALETEIA Más de mil pastores participaron en la Celebración de Canonización, entre ellos, el Arzobispo de Denver, Mons. Samuel Aquila.

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