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2024_EPC_Junio-Julio

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H oy estás invitado a profundizar en ese amor trini- tario. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo se derrama por amor a ti y anhela una relación contigo, para que puedas recibir y vivir en ese amor. En su discurso de despedida, sus últimas palabras a sus apóstoles antes de su misterio pascual, Jesús le dice a los apóstoles –y a nosotros– que nos acerquemos a él: "Como el Padre me amó, yo también los he amado; permanezcan en mi amor" (Jn 15, 9). Tan cerca como están los sarmien- tos de la vid, nosotros estamos llamados a permanecer cerca de Jesús, Padre y Espíritu Santo (Jn 15, 1-8). Jesús nos dice que, al permanecer en relación con la Trinidad, se nos ofrece una alegría duradera (Jn 15, 11). Y habiendo recibido el amor y la alegría de la Trinidad, podemos permanecer en relación unos con otros, llegando incluso a dar la vida por nuestros amigos (Jn 15, 12-13). El llamado de Jesús a permanecer en su amor, un movimiento interno hacia la Trinidad, se complementa con su llamado externo a dar testimonio de ese amor, a "vayan, y hagan discípulos a todas las naciones" (Mt 28, 19). Habiendo encontrado al Señor y habiendo crecido en nuestro amor por él, estamos llamados a compartir este profundo amor con los demás. Querido lector, ¡TÚ estás llamado a compartir este amor con los demás! Eres importante para esta misión. ¡Tú eres parte de la caballería que debe salir y difundir la buena nueva! En cierto sentido, la Iglesia no puede hacerlo sin ti. En tu singularidad, con tus dones, habilidades, carismas y experiencias, eres el "plan A". En su infinita sabiduría, Dios puede crear un "plan B" para cumplir su misión, ¡pero tú eres su primera opción! ¿P O R QU É YO? ¿No hay personas más cualificadas? Ese es un trabajo de sacerdotes, religiosos y consagrados. La Iglesia nos dice todo lo contrario en su Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium: "Los laicos están especialmente llamados a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que solo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos. Así, todo laico, en virtud de los dones que le han sido otorgados, se convierte en testigo y simultáneamente en vivo instru- mento de la misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo" (33). La misión y el carisma de nuestros sacerdotes, religio- sos y consagrados son vitales para la misión de Jesús y su Iglesia. Pero nuestra misión como laicos es igualmente necesaria. ¿Por qué tú? ¿Por qué yo? Porque, en palabras del gran santo obispo Juan Neumann, "Cada persona aporta una dimensión única para ayudar al mundo a escuchar y res- ponder a la buena nueva". San Juan Neumann, cuarto obispo de Filadelfia, era conocido por su cuidado pastoral de su pueblo, llegando incluso a aprender gaélico –su séptima lengua– para poder escuchar las confesiones de los inmigrantes irlandeses que llegaban a la ciudad. Organizó un sistema escolar católico diocesano, abrió docenas de parroquias y escuelas y vivió una vida sencilla y santa. Incluso murió al servicio de su pueblo, desplomándose en una calle fría después de solu- cionar un malentendido y asegurarse de que uno de sus sacerdotes recibiera el cáliz. ⊲ Querido lector, te tengo una buena noticia: TÚ eres amado por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. TÚ eres amado por la Trinidad con un amor que se derramó en la Creación, que llevó al Hijo a hacerse hombre, sufrir y morir para redimirte, que impulsa al Espíritu Santo a permanecer presente en y a través de la Iglesia que el Hijo estableció. Eres amado. Cada persona aporta una dimensión única para ayudar al mundo a escuchar y responder a la Buena Nueva". SAN JUAN NEUMANN ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora? 5 EL PUEBLO CATÓLICO | JUNIO-JULIO 2024

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