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6 | D I C I E M B R E 2 0 2 3 - E N E R O 2 0 2 4 Hambre L os seres humanos sentimos hambre. Es algo que forma parte de nuestra naturaleza biológica. Pero, como seres espirituales, también senti- mos una forma superior de hambre, un anhelo de alimento espiritual que va más allá de un estómago lleno. Jesús bajó del cielo para satisfacer nuestros deseos más profundos y se entregó en la carne para saciar nuestra alma hambrienta. La Navidad es una fiesta profundamente eucarística porque Jesús nació en Belén, la "casa del pan", precisamente para alimen- tarnos. Fue acostado en un pesebre para que todos los hambrientos se acercaran a él. El pueblo de Israel gemía en la servidumbre, estaba hambriento de libertad. Los Reyes Magos, mirando al cielo, ansiaban la verdad. Los simples pastores, que salían tarde con sus ovejas, simplemente tenían hambre. Jesús los alimentó a todos de diferentes maneras. El hilo conductor es el don de su vida: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abun- dancia" (Juan 10,10). Jesús no nos alimentó con mero sustento terrenal, sino que nos colmó con un ban- quete divino "que brota hasta la vida eterna" (Juan 4,14). Llenos de distracciones P or eso, eres dichoso si tienes hambre ahora (Lucas 6,21). Si te acercas al pesebre ya lleno, no podrás saciarte. Pero la mayoría de las veces tenemos hambre de las cosas equivocadas, y por eso Jesús dice: "¡Ay de ustedes, los que ahora están satis- fechos!" (Lucas 6,25). Nos hemos llenado de distrac- ciones —imágenes, sonidos, espectáculos y entreteni- miento— y nuestra sensibilidad interior se ha entor- pecido con placeres carnales del cuerpo —sensuali- dad, dulces, dinero y posesiones—. Nos centramos en la carne no como fuente de amor, sino como algo que poseer, aferrándonos a nuestros deseos inmediatos. Adviento: hambre de Cristo D urante el Adviento, la cultura circundante ya se alimenta del consumismo y de las expresiones sentimentales de la fiesta. La gente no busca realmente nada. Por lo tanto, no encuentran la ple- nitud de todo anhelo genuino. Los Reyes Magos con sus camellos, los pastores con sus ovejas... todo esto se vuelve desabrido e incluso queda sepultado por la multitud de muñecos de nieve, renos y árboles, en lugar de ser una auténtica búsqueda para encontrar el pesebre. El Adviento debería ser un tiempo para crecer en el hambre, para ponernos en el lugar de Israel, reconociendo nuestro exilio en este mundo y anhelando la liberación. No podemos celebrar bien la Navidad si no tenemos hambre de Cristo. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia". J N 10,10 EUCARISTÍA Y NAVIDAD