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2022_EPC_Febrero-Marzo

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P O R M O N S . S A M U E L J . A Q U I L A A r z o b i s p o d e D e n v e r E L P U E B L O C A T Ó L I C O | 3 No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta". RO M 12 , 2 DEPENDENCIA ABSOLU TA DEL ESPÍRIT U SANTO Vemos en la Iglesia primitiva que los apóstoles y los primeros creyentes dependían de la guía del Espíritu Santo. En los Hechos de los Apóstoles, san Pablo habla sobre cómo el Espíritu le impi- dió que emprendiera un viaje a la actual Turquía (Hc 16,6). ¿Qué tan estrecha es nuestra relación con el Espíritu Santo? ¿Permites que el Espíritu cambie tus planes, que le dé direc- ción a tu vida? ¿Le pides sus dones para el bien de los demás? La Iglesia primitiva sí lo hacía. Nosotros también debemos pedir una efusión del Espíritu Santo para recordar todo lo que Jesús nos ha enseñado y estar preparados espiritualmente para la misión que Dios nos ha encomendado. Al final, Jesús mismo nos prometió el Espíritu Santo: "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad completa" (Jn 16,13). CONVICCIÓN DEL PODER Y LA PRIMACÍA DEL EVANGELIO Jesús realizó las señales del Reino de Dios: sanó a ciegos y cojos, liberó a personas de malos espíritus y de la esclavitud del pecado. Este es un hecho histórico que fue documentado en los Evangelios. Pero a veces nos preguntamos: "¿Por qué no suceden estas cosas en nuestro tiempo?". Sí suceden. Las personas aún encuentran sanación y libe- ración del pecado y de espíritus malignos a través de la Igle- sia. Por eso, estamos llamados como Iglesia a salir en misión, convencidos del poder del Evangelio y de Cristo. Pero muchos de nosotros hemos aceptado la falsa idea de que los milagros son cosa del pasado. Hemos puesto el Evangelio a la par de cuentos de hadas en vez de considerarlo un relato verídico. Nuestra fe en el poder de Jesucristo es débil o superficial, y creemos más en el mundo que en la Sagrada Escritura. Es hora de recuperar una visión bíblica que vea el mundo desde los ojos del Padre, que nos creó para la comunión con él. TESTIMONIO ALEGRE Y CONTRACULT URAL La última característica propia de una mentalidad apostó- lica es la alegría en medio de la oposición. Jesús les recuerda a sus discípulos que serán odiados y perseguidos (Jn 16,18- 21). Los apóstoles se alegraban "por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por [Jesús]" (Hc 5,41). Quien tiene una mentalidad de discípulo está dispuesto a sufrir por el Evangelio. Nuestro mundo se ahoga en el estrés y la preocupación. La sociedad poscristiana en que vivimos cree que es capaz de salvarse a sí misma a través del arduo trabajo. Por eso no es de extrañar que la ansiedad y la depresión afecten a tantas personas que no creen en Dios. Desde esta visión del mundo, la vida carece de sentido, y las personas son incapaces de alegrarse en el sufrimiento. En cambio, ser hijos de Dios es algo liberador. No existe la necesidad de obsesionarse por crear la propia identidad, guardar la propia salud, reparar relaciones rotas o proveer el propio sustento. Si confiamos en el Padre y cooperamos con su gracia, él provee estos bienes y mucho más. Las personas que han experimentado la providencia de Dios conocen "la paz de Dios, que supera todo conocimiento" (Fil 4,7). Dicha paz y alegría se hacen patentes en el rostro radiante de los santos, como lo muestran Gianna Molla o Juan Pablo II. Es una alegría profunda y duradera que surge de la unión íntima con la Santísima Trinidad y que es capaz de atraer a las personas al Señor. A medida que nuestra arquidiócesis se torna a la misión y al apostolado, pidamos por una renovación de mentalidad , para que así podamos ser una luz en la oscuridad. Que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo renueve nuestra mente y derrame sobre nosotros las gracias necesarias para el tiempo en que nos ha destinado a vivir.

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