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DESDE EL PRINCIPIO La verdad es que la promesa de salvación no se reveló en el tiempo de los profetas o los reyes o los patriarcas, sino en el principio. Justo después de la Caída de Adán y Eva, Dios se dirige a la serpiente y le dice: "Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón" (Gen 3,15). La serpiente representa a Satanás; la "mujer" prefigura a la Virgen María; la "des- cendencia" de la serpiente, a los sirvientes del diablo; y la "descendencia" de la mujer, a Jesucristo. Aunque "herir el talón" significa infligir dolor a alguien (lo que se cumple en la Pasión de Cristo), "pisar la cabeza" implica una victoria autoritaria y definitiva. En las culturas antiguas, el ataque a la cabeza representaba el intento de acabar con la vida de alguien. Por esta razón, David termina por cortarle la cabeza a Goliat. UN PLAN ASOMBROSO Al tomar en cuenta todas estas promesas y aconteci- mientos, podemos reconocer que la misericordia de Dios es verdaderamente infinita y asombrosa. Dios, al ser infinita- mente justo, permite que el pecador pague justamente por su pecado; pero, al ser infinitamente misericordioso, no quiere que nos quedemos atrapados en el pecado, no quiere que la muerte y el pecado tengan la última palabra. Sin embargo, lo más asombroso es la manera en que Dios decide salvar al hombre: la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, Dios mismo, se haría hombre y volun- tariamente padecería una muerte horrible y brutal para el perdón de los pecados de todos, incluso aquellos que lo habían torturado. Es un gran misterio pensar en lo mucho que Dios nos ama: ¡tanto que decidió morir por ti y por mí en una cruz! Nosotros nunca podríamos escribir una historia de miseri- cordia tan grande. Lo que cantamos en el pregón pascual es verdadero: "¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!". E L P U E B L O C A T Ó L I C O | 9

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