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EPC_Octubre 2019

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2 | O C T U B R E - N O V I E M B R E 2 0 1 9 COLUMNA DEL ARZOBISPO E s realmente una maravilla que tengamos el don de la Biblia. Es la Palabra de Dios que nos fue dada a través de la inspiración del Espíritu Santo. Pero ¿cuántos de nosotros podemos decir que en el último día o semana hemos leído estas palabras santas y transforma- doras que Dios nos ha dirigido? ¿Amamos la Palabra de Dios y permitimos que se escriba en nuestra mente y corazón al leerla en oración y con frecuencia? Sí, somos reverentes hacia ella y tal vez la leemos de vez en cuando, pero ¿es la Palabra de Dios parte del tejido de nuestras vidas? El gran predicador san Juan Crisóstomo dio una homilía sobre Mateo 2 en la que preguntó a las personas reunidas en la iglesia: ¿Quién puede repetir un salmo o cualquier otra porción de las Escrituras? Miró a su alrededor y observó que "no había ni una" sola persona que pudiera responder. El argumento que escuchó con mayor frecuencia fue: "No soy ... un monje, sino que tengo esposa e hijos, y el cuidado de mi hogar". San Juan Crisóstomo respondió que creer que leer la Biblia era solo para monjes es lo que los había llevado a la ruina, ya que aquellos que están en el mundo "reciben heri- das diariamente" y tienen la mayor necesidad del medica- mento de la Palabra de Dios. Como sabemos, los que tienen heridas y no las tratan, se infectan, y si no se tratan, pueden morir. La Biblia hace más que sanarnos. El Catecismo habla de las Escrituras como el lugar donde "la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza, porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios" (CIC, 104). Es fácil perder de vista lo bende- cidos que somos de tener este poderoso regalo. Esto es espe- cialmente cierto cuando leemos en oración los Evangelios, que contienen las palabras de Jesús, Dios hecho carne. Además de alentarte a crecer en tu amor por la Palabra de Dios, me gustaría invitarte a practicar la Lectio Divina (ver p. 22), que implica meditar en las Escrituras al invo- lucrar tus pensamientos, imaginación, emociones y deseos mientras lees. El objetivo de Lectio Divina es principalmente experimentar un encuentro íntimo con Jesucristo, el Padre y el Espíritu Santo. A través de este encuentro, todo nuestro ser se somete más estrechamente a Dios, recibiendo y cre- yendo cada vez más en el amor del Padre por nosotros de una manera personal y particular, aumentando así nuestro amor y conocimiento de las tres personas de la Santísima Trinidad. Esta experiencia de escuchar la voz de Dios y familiari- zarse con sus movimientos dentro de nosotros, cambia la forma en que vemos el mundo que nos rodea. Pronto, nos volvemos mucho más atentos a su presencia en nuestras rela- ciones, en la creación y especialmente dentro de la Misa. Sé que cuanto más leo y rezo con las Escrituras, especial- mente con los Evangelios, más se convierten en una palabra La Biblia no es solo para monjes P O R E L A R Z O B I S P O S A M U E L J . A Q U I L A

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