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14 OCTUBRE-NOVIEMBRE 2017 | DENVER CATHOLIC EN ESPAÑOL Opinión Ante la matanza en Las Vegas las oraciones sí importan E scuché que Jimmy Kimmel no quiere nuestras oraciones. Bueno, no exactamente. Pero, en un monólogo muy emotivo, él desacreditó a los políticos que ofrecieron sus "insu- ficientes" oraciones, diciendo que más bien debe- rían rezar y pedir perdón con respecto a su inac- ción en el control de armas. Por un lado entiendo su frustra- ción. Las Vegas es su ciudad natal. Yo sé, por mi experiencia en Columbine, que cuando un ataque ocurre tan cerca de casa, el horror se hace más real; se siente personal. Y Kimmel, como el resto de nosotros, quiere hacer algo para que esto no vuelva a pasar.± Mi propósito no es entrar en el debate de las armas. Más bien, qui- siera abordar la parte del monólogo de Kimmel referente a las oraciones. Porque sospecho que muchos de noso- tros nos sentimos de la misma manera. "Nuestras oraciones no parecen estar ayudando". Pero, ¿lo están haciendo? ¿Es la oración otra táctica fallida? Si nos pre- guntamos: "¿Nuestras oraciones han detenido la violencia?" obviamente no. La violencia aún continua. Pero si hacemos de éste el único indicador de "éxito" respecto a nuestra oración, perderemos de vista quién es Dios. Sin duda, yo no puedo explicar el misterio de Dios y del sufrimiento humano como tampoco puedo hacer aparecer una cordillera de la nada. Pero sí sé lo que Dios nos ha revelado de sí mismo en las Escrituras.±Sé que odia el mal. Odia la destrucción de vidas inocentes. Y el hombre (o mujer) que destruya la vida inocente se enfrentará a su juicio. Pero sé también que Dios nos da libre albedrío, que podemos usar para bien o para mal. Desde que Adán y Eva lo usaron para desafiar a Dios, el mal se desató en el mundo. Y el Dios que nos ama e interviene en la historia humana, no siempre interviene para prevenirlo.±De hecho, Él no previno el mal físico perpetrado en contra de su propio Hijo. ¿Por qué? No sabemos con certeza. Sus caminos están por encima de los nuestros. Él ve este mundo a través del lente de la eternidad. Todos vamos a morir, ya sea en nuestras camas a una edad bastante avanzada, o en un concierto de Jason Aldean en nuestro mejor momento. Está muy mal que un hombre tome el lugar de Dios y decida cuándo otro hombre debe morir. Pero el mal mayor no es la pérdida de nuestra vida terre- nal, sino la pérdida de la vida eterna que Dios desea compartir con noso- tros. Y pienso que las intervenciones de Dios en los asuntos humanos están, con frecuencia, más orientadas a guiar- nos hacia nuestro destino eterno, que a mantenernos seguros y cómodos en el aquí y ahora de nuestras vidas. Lo más importante, yo sé que "en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su desig- nio". En todas las cosas, aún en las deci- siones de hombres malvados. Si Dios pudo usar a los verdugos romanos para traer la salvación al mundo, Él puede sacar el bien de cualquier mal. ¿Han sido escuchadas nuestras oraciones? Sí, aun cuando no sepamos hasta qué punto. ¿Ha frustrado otros ataques? ¿Ha minimizado el número de víctimas con su mano poderosa? Y, lo más importante, ¿nuestras oraciones han impactado el destino eterno de aquellos que han perdido la vida? Sé que vemos su amor en acción en el heroísmo de los primeros que res- pondieron y ayudaron en el lugar de los hechos. Lo vemos en la efusión de amor y apoyo de tantos en un mundo afli- gido. Y sabemos que Él está con noso- tros en medio de nuestra aflicción y duelo, y mientras buscamos soluciones. Dios no es un dios que nos protege de cada maldad que pueda acontecer en nuestra vida. Él es el Dios de todo consuelo – el Dios que sabe del sufri- miento porque Él también ha sufrido, porque camina con nosotros en nues- tro sufrimiento, y porque lo hace todo por un bien mayor: nuestra salvación eterna. Así pues, en medio de esta situa- ción, como en todas la otras, nece- sitamos actuar; debemos luchar para encontrar maneras efectivas de proteger la vida humana inocente. Pero mientras hacemos esto, también necesitamos rezar, seria y consisten- temente. Todos nosotros, incluso los políticos.±Incluso Jimmy Kimmel. Traducido del original en inglés por Mavi Barraza. ¿Se va a acabar el mundo? Ú ltimamente se ha corrido mucho la voz de que el mundo va a acabarse y hasta pusieron por fecha el 23 de septiembre, hecho que asustó a muchos porque pensaron que iba a llegar la destrucción. Primero: la fecha llegó y no sucedió nada. Eso demuestra la men- tira de aquellos que difunden estas alarmas sin fundamento, o mane- jando equivocadamente las Sagradas Escrituras y manipulando según sus criterios el mensaje bíblico. Al mismo tiempo, comprueba la verdad que la Iglesia Católica predica basada en los mismos Evangelios, palabras del mismo Señor Jesucristo: "Nadie sabe el día ni la hora". Segundo: Esto muestra la falta de fe de tantas personas a quienes les es más fácil creer a los charlatanes en lugar de creer al mismo Jesucristo, el Hijo de Dios, quien afirma que solo Dios conoce el momento del final de los tiempos; ningún hombre puede pretender saberlo. El tiempo llegará a su fin. Esta es una verdad de fe católica. En ese día los muertos resucitarán y Cristo apa- recerá en todo esplendor y majestad para culminar su obra salvadora. El término "fin de los tiempos" se aplica a la primera venida del Señor. (Heb 1,2. 9,26 y 1 Cor 10,11) y también a los eventos que preceden a su segunda venida (Mt 24,13, 2 Tim 2,1 y 2 P 3,3). Sobre cuándo y cómo sucederán estas cosas, no sabemos nada definitivo. (Ver el Catecismo de la Iglesia Cató- lica 1042s.: "La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva"). Es inútil especular la fecha del fin del mundo. "De aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino solo el Padre" (Mt 24,36). Nuestra misión no es inves- tigar cuándo será el fin de mundo; más bien debemos estar preparados siempre para que la segunda venida del Hijo de Dios no nos encuentre desprevenidos, y la forma de estar pre- parados es trabajar para propagar el Reino de Dios. "Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora" (Mt 25, 13). Muchos tienen miedo cuando oyen hablar del final de los tiempos porque lo identifican con destruc- ción y condenación. Recordemos que Jesucristo vino a salvar al mundo y no a destruirlo. Por lo tanto, el final de los tiempos nosotros lo identificamos con la culminación de la obra salva- dora de Nuestro Señor Jesucristo, quien dio su vida para rescatarnos del pecado que nos separa de Dios, dio su vida para reconciliarnos con el Padre, Él mismo dice que no ha venido al mundo para condenarlo sino para salvarlo, Él ha venido para que el mundo tenga vida y la tenga en abundancia. Así las Sagradas Escri- turas nos hablan de un Cielo Nuevo y una Tierra nueva. Dios no nos quiere hacer daño, sino que en su infinito amor quiere lo mejor para sus hijos. Todo lo que Dios ha preparado para quienes Él ama lo ha hecho pensando en términos de amor, felicidad, paz, armonía, belleza, etc. Entre nosotros católicos, no debe haber cabida para el temor, sino para la confianza basada en la fe, en la espe- ranza y en el amor. El fin de los tiempos es la plena realización del plan de sal- vación trazado por Dios desde antiguo y que lo lleva a pleno cumplimiento en la persona de su Hijo Jesucristo. Pero recordemos que todo este plan de salvación para nosotros, el Señor lo he ideado de forma tal que requiere de nuestra participación y esto es lo que verdaderamente nos debe de ocupar y no el estar sumidos en el temor, dando cabida a mentiras que pretenden des- viarnos de nuestra verdadera vocación que es el caminar siempre hacia Dios siguiendo los pasos de Jesús el Salva- dor. Tenemos la oportunidad de estar preparados para la venida del Señor por medio de la "Nueva Evangeliza- ción" haciendo realidad la "civilización del amor", esto es una nueva primavera para la Iglesia que somos nosotros. ¡No tengan miedo, tengan fe en Dios! Columnista invitada Bonacci es colunista habitual del Denver Catholic. MARY BETH BONACCI Tu Iglesia te Responde Mons. Jorge es párroco de Our Lady Mother of the Church y colaborador frecuente del Denver Catholic en Español. MONS. JORGE DE LOS SANTOS

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