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15 DENVER CATHOLIC EN ESPAÑOL | JUNIO-JULIO 2017 Nuestra madre, la Iglesia L a Iglesia es nuestra Madre, pues en su seno somos engen- drados y nos da a luz como hijos de Dios. Ella nos alimenta espi- ritualmente, y nos ayuda a crecer para que este- mos madu- ros para el Reino de los cielos. La Iglesia es verda- deramente nuestra madre. Una madre que nos da vida en Cristo y que nos hace vivir con los demás como hermanos y hermanas en la comu- nión del Espíritu Santo. En su mater- nidad, la Iglesia tiene como modelo a la Virgen María, el modelo más bello y más alto que pueda uno tener. La Iglesia, en la fecundidad del Espíritu, continúa generando nuevos hijos en Cristo, siempre en la escucha de la Palabra de Dios y en la docilidad a su diseño de amor. La Iglesia es madre. El nacimiento de Jesús en el seno de María, es el preludio del nacimiento de todo cristiano en el seno de la Iglesia, desde el momento que Cristo es el primogénito de una multitud de her- manos. El primer hermano es Jesús, nació de María, es el modelo y todos los demás hemos nacido de la Iglesia. Comprendemos, entonces, que la relación que une a María y a la Iglesia es muy profunda: mirando a María, descubrimos los rostros más bellos y tiernos de la Iglesia; mirando a la Iglesia reconocemos las característi- cas sublimes de María. Los cristianos no somos huérfanos, tenemos a una madre, tenemos a nuestra madre. La Iglesia es madre, María es madre. La Iglesia es nuestra madre porque nos ha dado a luz en el Bautismo. Cada vez que un niño es bautizado, se convierte en hijo de la Iglesia. Y desde aquel día, como mamá cuidadosa, nos hace crecer en la fe y nos indica, con la fuerza de la Palabra de Dios, el camino de la salvación, defendiéndo- nos del mal. En sus cuidados maternos, la Igle- sia se esfuerza en mostrar a los cre- yentes el camino que hay que recorrer para vivir una existencia fecunda de alegría y de paz. Iluminados con la luz del Evangelio y sostenidos por la gracia de los Sacramentos, especial- mente por la Eucaristía, podemos orientar nuestras elecciones al bien y atravesar con valentía y esperanza los momentos de oscuridad y los sen- deros más tortuosos que existen. La Iglesia tiene la valentía de una madre que sabe defender a sus propios hijos de los peligros que derivan de la pre- sencia de Satanás en el mundo, para llevarnos al encuentro con Jesús. Una madre siempre defiende a sus hijos. Esta defensa consiste también en la exhortación a estar vigilantes contra el engaño y la seducción del maligno. Porque, aunque Dios ha vencido a Satanás, él vuelve siempre con sus tentaciones. Lo sabemos todos nosotros. Hemos sido tentados, somos tentados. Resistir con los con- sejos de la madre, resistir con la ayuda de la madre Iglesia. Como buena madre siempre acompaña a sus hijos en los momentos difíciles. La Iglesia es nuestra Madre que procura nues- tro bien, no sólo en esta vida, sino también en la otra. El Bautismo es una especie de nuevo nacimiento. Por el Bautismo nos convertimos en hijos de Dios, de forma semejante a Jesús, que es el Hijo único y eterno de Dios. Por el Bautismo hemos recibido la sal- vación. Por el Bautismo entramos a formar parte de la Iglesia. Por el Bau- tismo recibimos también el Espíritu Santo, que habita en nosotros como en un templo, y es por medio de la Iglesia que recibimos el Bautismo, y éste es el nacimiento nuevo y defini- tivo, es en el Bautismo que la Iglesia da a luz a sus nuevos hijos. Hoy debemos rezar por nuestra Madre la Iglesia, porque la Iglesia es atacada por sus enemigos; y ya que nuestra Madre defiende a sus hijos, así los hijos debemos cuidar y defen- der a nuestra Madre. Tu Iglesia te Responde Mons. Jorge es párroco de Holy Rosary en Denver y colaborador frecuente del Denver Catholic en Español. MONS. JORGE DE LOS SANTOS

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