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EL PUEBLO CATÓLICO ABRIL 2015 12 El sepulcro vacío U na prueba de la resurrec- ción de Jesucristo es lo que los evangelios nos narran sobre el "sepulcro vacío". Los cuatro evangelios coinciden en la narración sobre la tumba de Cristo que estaba vacía tres días después de su muerte en la cruz. Una de las negaciones más antiguas de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo es que alguien robó el cuerpo de Jesús. Las autoridades religiosas: "Estos, reunidos con los ancia- nos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: 'Digan: 'Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos. Y si la cosa llega a oídos del procurador, nosotros le convenceremos y les evitaremos complicaciones' Ellos tomaron el dinero y proce - dieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos hasta el día de hoy." (Mt. 28,11-15) Este argumento no es nada convincente para aquellos que usen un poquito de razona- miento. El sentido común te dirá que los discípulos no robaron el cuerpo de Jesús preten- diendo inventar que Él había resucitado. Re- cordemos que tres días antes de la Resurrección los discípulos de Cristo habían huido, evitando ser atrapados y buscando salvar sus vidas, esto sucedió cuando Jesús fue arrestado y llevado a juicio para ser condenado. Es nada probable que estos discípulos tan temerosos hu- bieran tenido el valor suficiente para robar el cuerpo de Jesús arriesgando sus vidas enfrentan- do a los soldados, enfrentándose así también a las autoridades religiosas judías. Los mismos evangelios nos narran que los discípulos estaban escondidos en una habitación a puerta ce - rrada, "por miedo de los judíos" (Jn. 20,19). Tenían verdadera- mente miedo. A ellos ni siquiera les pasaba por la mente que Jesús resucitaría. Definitivamen- te los discípulos no robaron el cuerpo de Jesús. ¿qué ganaban al contar la historia de la resurrec- ción? ¡Solo tortura y muerte! Ellos no se dirigirían voluntariamente a sus muertes sabiendo que estaban inventando una mentira ¿Quién estaría dispuesto a morir por una mentira sabiendo que es una mentira? ¡Lógicamente para los discípulos la resurrección era una verdad! Finalmente, existe ese problema inexplicable de cómo los discípulos habrían vio - lado esa guardia experimentada de soldados y se escaparon con el cuerpo "robado". La noción de que el cuerpo del Señor fue robado por sus amigos es absolutamente ilógica. Las apa- riciones después de la resurrec- ción del Señor que están registra- das en los capítulos finales de los cuatro evangelios, en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de los apóstoles contenidos en el Nuevo Testamento. Solo quedan otros sospecho- sos, que podrían haber robado el cuerpo de Jesús, me refiero a sus enemigos. El problema con esta teoría es que los enemigos de Cristo no tenían ningún motivo para robar de su tumba. Los sumos sacerdotes y otros líderes religiosos condenaron a Cristo a la muerte porque Él era una amenaza para el sistema religioso y era una amenaza a ellos mismos. ¡Lo último que estos hombres querían era que la gente pensara que Cristo esta- ba vivo otra vez! Es por eso que estos líderes religiosos se esfor- zaron mucho para incluso negar su resurrección. El Evangelio de Mateo nos dice que fueron ante Pilato: "Y le dijeron: 'señor, recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: 'a los tres días resucitaré.' Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y luego digan al pueblo: 'Resucitó de entre los muertos', y la ultima impostu- ra sea peor que la primera'." (Mt. 27,63s) "Pilato les dijo: 'Tenéis una guardia. Vayan asegúrenlo como saben'." (Mt 27,65). "Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia." (Mt. 27,66). ¡Por estas palabras da la impresión que estos sacerdotes y líderes religiosos tenían más confianza en la resurrección de Cristo que sus propios discípulos! La verdad es que los líderes religiosos tomaron medidas extremas para que el cuerpo de Cristo no fuera robado. Querían demostrar que la promesa de Cristo de resucitar de entre los muertos era una mentira. Los líderes religiosos hicieron todo lo posible para eliminar cualquier posibilidad de historias circulan- do que Cristo resucitó de entre los muertos. Robar el cuerpo hubiera sido lo último que sus enemigos hubieran hecho. Pero si ellos hubieran robado el cuerpo, sin duda lo hubieran mostrado cuando los discípu- los comenzaron a predicar la Resurrección. Pero los enemigos de Cristo nunca mostraron su cuerpo. ¿Por qué? ¡Simplemente porque no tenían cuerpo que mostrar! ¡La tumba estaba vacía! ¡Cristo había resucitado de entre los muertos! ¡El sepulcro vacío es una evidencia de la resurrección de Cristo! ESPIRITUALIDAD TESTIMONIOS POR MONS. JORGE DE LOS SANTOS Por Carlos Miranda Quiero agradecer a Dios por esta oportunidad de compar- tir cómo Jesús transformó mi vida. Soy Carlos Miranda. Mi esposa es Luly y mis hijos son Carla, Lesli, Estefani, Victoria, Isabel y Emanuel. Llegamos de México a Esta- dos Unidos en febrero de 2001 con muchos sueños: trabajar, tener un hogar, hacer dinero y tener una buena camioneta. Hoy me doy cuenta de que no es más rico el que tiene más si- no el que necesita menos, co- mo dice San Agustín. Para llegar a esta conclusión tuve que pasar por un proceso, hacer un cambio de vida, mo- rir a los deseos de la carne y resistir al pecado que me tenía como prisionero. Sueño americano Cuando llegamos a Denver todo pintaba muy bien. Todo era nuevo. Empezamos a tra- bajar y a vivir el sueño ameri- cano. Y con el trabajo llegaron los bienes materiales. Lo que en un inicio se veía como un momento lleno de esperanza se tornó luego en un deseo egoísta. Me volví menti- roso, le abrí la puerta al peca- do, y el hombre viejo que dejé en México, al parecer había comprado boleto para venir a Estados Unidos y estaba al ase- cho, esperando un descuido de mi parte para instalarse nueva- mente en mi corazón y allí se mantuvo por dos años en mí y en mi familia. Nos creíamos buenos por- que íbamos a misa cuando nos nacía. La iglesia la usábamos como punto de referencia para planear donde íbamos a comer, íbamos a "calentar la banca", todo parecía superficial, Dios no estaba en nuestros planes. Toqué fondo Recuerdo un día en que me fui de parranda por cua- tro días, de viernes a lunes. El viernes mi celular sonaba cada diez minutos: era mi esposa preocupada. Traté de calmarla con el "ahorita voy". Pero yo ya tenía mi plan. Apagué el telé- fono y pensé: "más vale pedir perdón que pedir permiso". Estuve ausente hasta el do- mingo que subí a mi camione- ta y empecé a dar vueltas. Sentí asco, vergüenza, quería salir corriendo, ni siquiera sabía dónde estaba. Los supuestos amigos con los que estuve de parranda, me resultaron muy extraños, no tenía en común con esa gente más que los vi- cios y el pecado. Miré buscando a alguien y no fue hasta que me topé con- migo, reflejado en el espejo re- trovisor que dejé de buscar. Al principio me reí de mí mismo y hasta me felicité por la hazaña, luego miré más de cerca y me di cuenta de lo que había ahí no era el reflejo de un hombre sino de un monstro. Siempre me chocaba que sintieran lástima por mí. Pero fue ese día me dije: "me doy lastima" y comencé a llorar y mientras lloraba, comenza- ron a pasar por mi mente mi infancia, mi adolescencia y mi juventud. Hasta que llegué al lugar donde estaba. Me di cuenta de que Dios me amaba, aunque yo no lo entendiera. No sabía cómo hablarle a Dios, pero en ese momento miré al cielo y comencé a acla- mar: "Señor, si en verdad exis- tes, dame una oportunidad. Lo he intentado muchas veces, dejo los vicios por un tiempo pero cuando vuelven, vuel- ven con más fuerza. Por favor ¡ayúdame!". Busqué a Dios y Él me buscó Llegué a mi casa donde me esperaba mi esposa. Estaba serena. Me dijo: "qué bueno que llegas, sube para que co- mas y descanses, que bueno que estás bien". Yo le dije: "no estoy bien, estoy borracho y drogado, pero esta vez tengo la certeza de que algo grande va a pasar en nuestras vidas". Llegó el domingo. Fui con mi familia a misa y un matrimo- nio subió a dar una invitación para un retiro parejas. Esto me caló hondo, quería ir al retiro. Le dije a mi esposa que que - ría eso para nosotros. El lec- tor pensará que ella sintió lo mismo pero no fue así. Yo no había medido el daño que les había hecho. Ella me contestó que nosotros estábamos bien, que los otros tenían problemas más serios. Yo le supliqué que lo hiciera por mí. Gracias a ese retiro bendito, mi familia y yo servimos al Se- ñor en la iglesia Queen of Peace. Hoy soy el coordinador del gru- po de oración. También he sido coordinador de los ministros de la eucaristía. Hemos sido pareja de apoyo en las prácti- cas prematrimoniales. La misericordia de Dios es grande. A mi hija Victoria cuando estaba en el vientre de mi esposa, le detectaron un tumor. Había una comunidad completa orando por nosotros. En un momento los médicos nos preguntaron ¿ustedes han estado orando? Pues la niña ya no tenía nada. Hoy tiene ocho años y está sanita. Estoy convencido de que se puede hacer la diferencia en un mundo donde no nos da- mos cuenta de que el pecado nos roba la gracia, la santidad. No existen pecados pequeños. Pero si Dios está con nosotros, nadie estará en nuestra contra. Hoy digo que mi vida de antes era un eterno otoño. En cambio, mi vida actual, la veo como una eterna primavera: con altas y bajas pero con el Señor. Ser santo cuesta y todo católico debería trabajar en ello. ¡No claudiquemos! ¡Le- vantémonos con la misericor- dia del Señor! Recordemos que la conversión no es algo que sucede un día, sino que es un camino que dura toda la vida. Testigo de la misericordia del Señor FOTO DE CARMEN ELENA VILLA "Estoy convencido de que se puede hacer la diferencia en un mundo donde no nos damos cuenta de que el pecado nos roba la gracia, la santidad", dice Carlos Miranda.