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POR SENITE
SAHLEZGHI
Escritor invitado
L
a oración vespertina acaba
de terminar, el aroma del
incienso aún f lotaba en el
aire, y el Santísimo Sacramento
acababa de ser puesto en reposo.
Cuando salí de la catedral, vi a un
hombre de pie, solo, que parecía estar
esperando.
Empecé a revolver entre mis cosas,
buscando mis llaves y buscando otro
camino para llegar a mi coche. La
noche de repente parecía más oscura
de lo que había sido antes.
Decidí mantener la calma, pero
me sobresaltó una voz que me
preguntaba: "¿Sabes qué hora es?".
Al mirar hacia arriba, me di cuenta
de que el hombre que había visto
antes, de pie solo, era una persona
sin hogar.
Le dije que no estaba segura de
la hora, y busqué mis llaves con más
urgencia que antes.
Me volvió a preguntar: "¿Sabes qué
hora es?".
Finalmente, con las llaves en la
mano, le respondí que probablemente
eran alrededor de las 6:30 p.m.
Me lo preguntó por tercera vez:
"¿Sabes qué hora es?".
Miré a mi alrededor para ver si
había alguien cerca, y el hombre notó
mi incomodidad y exclamó: "¿Por qué
tienes tanto miedo de mí?". A lo que
respondí: "Porque me estás poniendo
nerviosa". ⊲
Nosotros amamos
porque él nos
amó primero".
1 JUAN 4, 19
EL PUEBLO CATÓLICO | ABRIL-MAYO 2025