Issue link: https://elpueblocatolico.uberflip.com/i/1530280
20 DICIEMBRE 2024-ENERO 2025 | EL PUEBLO CATÓLICO No importa cuán grandes o pequeños sean nuestros regalos, podemos estar seguros de que, a sus ojos, importamos más de lo que jamás podríamos imaginar". Kennicott Davis en 1941 y grabada por primera vez una década después por la familia austríaca von Trapp en 1951. Originalmente titulada "Carol of the Drums", se ha mantenido muy cercana a la composición original de Davis a lo largo de las décadas desde su creación. ¿Por qué un baterista? Históri- camente, los percusionistas han desempeñado papeles fundamenta- les en los campos de batalla, dando señales a los soldados sobre ciertas órdenes mucho antes de que existiera la comunicación por radio. En el con- texto de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual Davis compuso la canción, una canción sobre un percu- sionista no estaba fuera de lugar. La canción cuenta la historia solemne de un niño sin nombre y su fiel tambor. "Las palabras práctica- mente se escribieron solas", recordó Katherine una vez sobre la humilde pero sentida letra que escribió sobre este niño. Convocado para encon- trarse con un Rey recién nacido en un pesebre y presentarle un regalo, el niño le dice al bebé, "Mas tú ya sabes que soy pobre también" y "nada mejor hay que te pueda ofre- cer". Entonces, "en tu honor frente al portal tocaré, con mi tambor". Es aquí donde la canción toma un giro más esperanzador. Como nos dice la letra, el pequeño tamborero ofrece lo único que tiene al Rey recién nacido: él mismo y el regalo de su tambor. En este momento, es fácil imaginar que todo lo demás desa- parece, dejando solo al niño y a la Sagrada Familia solos en el pesebre mientras toca su tambor en adora- ción y reverencia al Niño Jesús. Esto me lleva a la tercera y más importante razón por la que "El niño del tambor" es mi villancico favorito. Mientras el pequeño tamborilero toca su tambor, le cuenta al oyente la reacción del Niño Jesús, "Cuando Dios me vio tocar frente a él, me sonrió". Una línea aparentemente simple, pero que lleva en sí todo un universo de significado. Uno puede imaginar el orgullo, la alegría y la paz que sintió el pequeño tamborilero