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2024_EPC_Diciembre-Enero

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12 DICIEMBRE 2024-ENERO 2025 | EL PUEBLO CATÓLICO Más que un sentimiento fugaz de inspiración, la virtud teologal de la esperanza significa más en nuestras vidas. Esta virtud, un don de Dios, per- mite a la humanidad ver la vida de manera diferente, dice el Catecismo de la Iglesia Católica, "La esperanza pro- tege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad" (1818). La virtud teologal de la esperanza nos ayuda a fijar nuestra mirada en los bienes de arriba, a acumular tesoros en el Cielo (cf. Col 3, 2; Mt 6, 19-21). "Creo que una forma muy simple de resumir eso es que la esperanza es la realidad de que el Cielo es nuestro hogar y Dios es fiel a sus prome- sas", dijo la hermana Miriam James Heidland, SOLT, una religiosa de la Sociedad de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad, conocida por sus charlas, su participación en el podcast Abiding Together y su trabajo con el John Paul II Healing Center. "Somos peregrinos en este viaje; esta tierra tal como la vivimos ahora no es nuestro hogar. Un día habrá cielos nuevos y una nueva tierra. Lo mejor de lo que encontramos aquí son solo simples destellos de lo que nos espera en la completa y total consumación con Dios para siempre, por toda la eterni- dad, que es el Cielo. "Muchas veces, cuando hablamos de esperanza, a menudo la usamos como sinónimo de pensamientos ilusos", continuó la hermana. Al contrario, la esperanza lo cambia todo, dijo, seña- lando la famosa línea del papa Bene- dicto XVI en Spe Salvi, "Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva" (2). "Lo que hace la virtud teologal de la esperanza es ordenar nuestros corazones hacia el Cielo, hacia lo eterno. Así que en los momentos de nuestra vida en los que tú y yo expe- rimentamos incertidumbre, podemos acudir al Señor y decir, 'Señor, dijiste que estarías conmigo siempre, hasta el fin del mundo. Dijiste qué harías nuevas todas las cosas. Ahora mismo no lo siento así, o no puedo verlo. Pero voy a poner mi esperanza en ti'", compartió la hermana Miriam. La historia de Navidad es un recordatorio perfecto para renovar nuestra esperanza en Cristo, añadió. En el punto más oscuro del año, la Luz del Mundo viene de nuevo para des- viar nuestra atención de la oscuridad de nuestros propios "misterios dolo- rosos" — esos desafíos, dificultades, sufrimientos y heridas en nuestras propias vidas — hacia él en quien podemos poner nuestra esperanza. "Vemos en Cristo no solo un modelo distante o una figura lejana, sino a alguien que literalmente toma nuestra carne e incluso toma nuestro pecado y nos reúne en comunión con la familia — porque la Trinidad es una familia. Así que resume todo lo que nuestros corazones anhelan: comu- nión, pertenencia, anhelo, restaura- ción, perdón, redención, triunfo sobre la oscuridad", explicó. "La esperanza renace siempre, y cada uno de noso- tros tiene un profundo anhelo de un amor que nunca acaba, de un amor que sana, de un amor que bendice, de un amor que perdona, de un amor que es incondicional. Y porque estás hecho a imagen y semejanza de Dios, fuimos creados en, por y para ese amor, y por eso lo anhelamos". La esperanza es la realidad de que el Cielo es nuestro hogar y Dios es fiel a sus promesas". HNA. MIRIAM JAMES HEIDLAND, SOLT 12 La esperanza NO defrauda DICIEMBRE 2024-ENERO 2025 | EL PUEBLO CATÓLICO

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