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6 OCTUBRE-NOVIEMBRE 2024 | EL PUEBLO CATÓLICO sociedad, y sin hijos no hay futuro. Actuar en contra del bien de la vida humana socava el propósito mismo de la sociedad y el fundamento del estado de derecho como garantía del bien. Nunca podemos considerar al gobierno como un bien absoluto porque debe respetar sus raíces en la familia y los bienes que la trascien- den, incluyendo la dignidad de la persona humana. Una sociedad que ataca sus propios fundamentos en la dignidad de la persona humana y la familia caerá inevitablemente. E L E S TA D O G R A N D E V S . S U B S I D I A R I E DA D Hoy enfrentamos una crisis de este tipo, con el bien común socavado por una cultura de muerte que debilita nuestra identidad trascendente para rehacernos a nuestra propia imagen. El gobierno se ha convertido en un monstruo más grande que nuestra capacidad de control, que reparte vida y muerte en sus balanzas utilitarias desequilibradas. La tecnología ha facilitado el surgimiento del estado grande con su burocracia excesiva que extiende sus tentáculos en cada aspecto de nuestras vidas, creando pasividad ante las fuerzas políticas y económicas que se extienden por todo el mundo. Por primera vez, la sociedad puede ser gestionada de forma remota a gran escala, sacando la dirección política de las comunidades locales y alejándola de quienes conocen las necesidades sobre el terreno. A través del principio de sub- sidiariedad, la Iglesia nos anima a recuperar la participación local en la vida cívica, dirigiendo la sociedad localmente siempre que sea posible. En Centesimus Annus, san Juan Pablo II nos enseña que "también debe ser respetado el principio de subsi- diariedad. Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común" (48). Él nos llama a redescubrir un sentido polí- tico genuino arraigado en nuestras comunidades locales. Incluso en medio de la crisis, seguimos siendo seres políticos, des- tinados a vivir en comunión con los demás, y no podemos alejarnos de los problemas de la vida moderna de una manera individualista. Para vivir una buena vida, debemos aprender No hay autoridad sino de parte de Dios." ROM 13, 1