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2 AGOSTO-SEPTIEMBRE 2024 | EL PUEBLO CATÓLICO C Con el inicio del Año de Misión del Avi- vamiento Eucarístico Nacional, estoy agradecido tanto por el don de la Euca- ristía como por el don del sacerdocio, a través del cual Jesús se hace presente en la Eucaristía. Como sacerdote, verdaderamente me honra poder servir a Dios y a su pueblo en la celebración de la Misa y unirme a ellos en la adoración y alabanza al Padre. El papa san Juan Pablo II escribió: "No hay Eucaris- tía sin sacerdocio, como no existe sacerdocio sin Eucaristía". 1 Estamos tremendamente bendecidos con el ministerio de nuestros sacerdotes y las vocaciones que tenemos, y no tengo suficientes palabras para expresar la profunda gratitud que siento por mis hermanos sacerdotes en la arquidiócesis de Denver que me asisten en este ministerio. La relación entre la Eucaristía y el sacerdocio se construye sobre la virtud de la caridad, que cuando se posee, lleva a la santidad. Como sacerdote durante 48 años, esto se ha vuelto claro para mí. El aspecto más importante de mi sacerdocio es mi crecimiento continuo en el amor al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, viviendo en esa comunión de amor y sirviendo como Cristo sirvió. En abril, el papa Francisco destacó esto al diri- girse a los seminaristas. Él dijo: "El amor, el primer amor, es lo que nos ha convocado a todos aquí, y mantenerlo vivo es nuestra principal obligación". 2 A veces, cuando la gente escucha que el ancla fundamental de mi misión como arzobispo es fomentar la santidad entre los sacerdotes, lo inter- pretan como si los sacerdotes no fueran "lo sufi- cientemente santos". De ninguna manera sugiero eso. Como discípulos, cada persona bautizada ha recibido el "primer amor" que menciona el papa Francisco, y como sacerdotes debemos crecer en ese amor auténtico, profundizarlo y dejar que nos transforme para poder guiar al pueblo de Dios. Eso es la santidad. La santidad no es tanto un destino como un camino y un llamado universal, como nos recuerda el Concilio Vaticano II. En su forma más sencilla, este es en última instancia el objetivo del Avivamiento Eucarístico Nacional. Encontramos nuestro primer amor a través de la proclamación del evangelio. En la Misa se celebra el contenido del evangelio en la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La Eucaristía es el memorial de estos eventos. Cuando tenemos la oportunidad de ofrecer nuestras vidas al Padre como lo hizo Jesús, y luego recibir a Jesús en la Eucaristía, podemos crecer, profundizar y ser trans- formados por nuestro primer amor. Los sacerdotes no solo están llamados a cumplir CO LU M NA D E L AR ZO B I S P O POR MONS. SAMUEL J. AQUILA Arzobispo de Denver Sacerdotes santos para el Avivamiento Eucarístico Sacerdotes santos para el Avivamiento Eucarístico Sacerdotes santos para el Avivamiento Eucarístico