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2024_EPC_Abril-Mayo

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I ncluso ahora, más de 2000 años después, Dios continúa encontrán- donos e "interrumpiendo" nuestras vidas. Cada domingo, cada día santo, cada vez que lo invocamos en oración, nos encontramos con el deseo de Dios de estar en relación con nosotros y su amor abrumador por nosotros. Hay una razón por la que el Miércoles de Ceniza es uno de los días más concu- rridos del año litúrgico: Tenemos el deseo de que Dios irrumpa en nuestro día de trabajo. Así podemos volver a nuestra vida cotidiana con las ceni- zas en la frente, que nos recuerdan a Cristo, lo que puede convertirse en una buena oportunidad para iniciar un tema de conversación. M I E D O A E VA N G E L IZ A R ¿Por qué, entonces, la palabra "evangelización" hace que la gente quiera huir? ¿Por qué nos provoca tanta ansiedad compartir con otros la buena nueva de la resurrección de Cristo? En gran parte, el miedo y la ansiedad que suscrita el tema de la evangelización se debe a la falta de comprensión de lo que Dios nos ha llamado a hacer. Quizá lo primero que se nos viene a la mente son palabras como "convencer", "imponer", "querer convertir" e incluso "vender", así como la caricatura de un predicador impulsivo con una mesa llena de panf letos y Biblias gritando a los transeúntes: "¡Arrepiéntete o te irás al infierno!. Reemplaza esa imagen con esta: acabas de conocer al amor de tu vida: a alguien que haría cualquier cosa por ti. Quizás esta persona se mudó del otro lado del país para estar contigo. Te ofreció la mejor vida que podrías haber imaginado. Y luego, en un acto heroico, se sacrificó por ti para salvar tu vida, porque te amaba. Es declarado muerto. Pero después de tres días vuelve de la muerte -¡es un milagro increíble!- y se vuelven a ver. ¿No es este el tipo de milagro que te gustaría dar a conocer a todo el mundo? ⊲ La Semana Santa siempre ha sido mi semana favorita del año. Desde que tenía 15 años, cada Viernes Santo vuelvo a ver La Pasión de Cristo de Mel Gibson, y me sigo tapando los ojos cuando salen las escenas más brutales de la tortura de Jesús que con- dujo a su muerte. Mi Dios, quien nunca pierde la oportunidad de intentar acercarme más a él, el Dios que nos ama tan profun- damente, soportó un dolor que todavía no puedo soportar ver hasta el final; todo para llenar el vacío que hemos creado por nues- tros pecados. Al hacerse hombre, Dios irrumpió en la historia para entrar más profundamente en nuestras vidas, transformando de forma silenciosa la sociedad y la realidad de todas las personas que lo han encontrado, por quie- nes se entregó hasta la muerte. 23 EL PUEBLO CATÓLICO | ABRIL-MAYO 2024

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