Nuestro Salvador, amadísimos herma-
nos, ha nacido hoy; alegrémonos. No
puede haber, en efecto, lugar para la
tristeza, cuando nace aquella vida que
viene a destruir el temor de la muerte
y a darnos la esperanza de una eterni-
dad dichosa. Que nadie se considere
excluido de esta alegría, pues el motivo
de este gozo es común para todos;
nuestro Señor, en efecto, vencedor del
pecado y de la muerte, así como no
encontró a nadie libre de culpa, así ha
venido para salvarnos a todos. Alé-
grese, pues, el justo, porque se acerca
a la recompensa; regocíjese el pecador,
porque se le brinda el perdón; anímese
el pagano, porque es llamado a la vida".
SA N LEÓ N M AG N O,
S E RM Ó N 1 E N L A NATIVI DA D D E L S E Ñ O R
Yace en un pesebre, pero contiene
al mundo; toma el pecho, pero
alimenta a los ángeles; está envuelto
en pañales, pero nos reviste de
inmortalidad; es amamantado, pero
adorado; no halla lugar en el establo,
pero se construye un templo en
los corazones de los creyentes.
Para que la debilidad se hiciera
fuerte, se hizo débil la fortaleza.
Sea objeto de admiración, antes
que de desprecio, su nacimiento
en la carne y reconozcamos
en ella la humildad, por causa
nuestra, de tan gran excelsitud.
Encendamos en ella nuestra caridad
para llegar a su eternidad".
SA N AGUS TÍ N ,
S E RM Ó N 19 0, 4
E L P U E B L O C A T Ó L I C O | 19