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CUSTODIA "INDIGNANTE" La custodia era más alta que yo y absolutamente magnífica. Estaba hecha de oro y tenía joyas incrustadas, con dos ángeles de plata a cada lado de donde se coloca la Eucaristía. Era una reliquia propia de la rea- leza…, y eso me molestó. Mi primer pensamiento fue: "Esto es indig- nante. ¿Por qué la Iglesia católica siempre tiene que pasarse de la raya? Imagínense cuánto dinero se podría haber donado si tan solo dejáramos de exagerar tanto en este tipo de cosas". Justo después de haber pensado todo esto, comenzó la explicación por audio: "Esta custodia fue creada para el Congreso Eucarístico del Sur de Luisiana de 1938. En el año anterior al congreso, la arquidiócesis de Nueva Orleans envió cartas a todos los fieles de la región del sur de Luisiana pidiendo que donaran meta- les preciosos y joyas para crear esta custodia. Las familias de la región de Bayou enviaron oro, anillos de boda y joyas. El artista derritió las joyas y creó la custodia para sostener la Eucaristía". C uando tenía unos 20 años, una amiga me invitó al museo de arte de Nueva Orleans para ver una exhibición de la visita del papa san Juan Pablo II a la ciudad. Hacía poco que me había vuelto a interesar por la fe católica, después de varios años de haber vivido sin fe y tres años como protestante activa. Acepté la invitación a pesar de estar un poco indecisa, ya que aún tenía muchas preguntas y dudas sobre el catolicismo. Así que recorrí los pasillos con mi audioguía. La exhibición fue lo que esperaba. Estaba repleta de vesti- mentas sacerdotales, cálices, imáge- nes del santo padre y otros artículos. Todo iba bien, hasta que entré en un nuevo cuarto de exhibición y me encontré con una enorme custodia… DESAFÍO RADICAL Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras estas palabras herían mi orgullo. La hermosa y extravagante custodia había sido un regalo de los laicos del sur de Luisiana a su rey: Jesu- cristo. Estos hombres y mujeres no eran ricos. Acababan de experimentar la Primera Guerra Mundial y estaban en medio de la Gran Depresión. Tenían muy poco que dar, pero su deseo de crear un magnífico lugar de celebración para la Eucaristía despertó en ellos una generosidad radical. Era algo verdaderamente increíble. En lugar de salir del museo molesta ese día, salí desafiada. Quería ver a Jesús de la misma forma que esas personas lo veían: como alguien digno de lo mejor que puedo ofre- cer. Y quería que ese amor por Jesús se derramara en mi comprensión y reverencia por la Eucaristía. DESAFÍO EUCARÍSTICO 6 | A G O S T O - S E P T I E M B R E 2 0 2 3