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2023_EPC_Abril-Mayo

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E L P U E B L O C A T Ó L I C O | 5 I maginemos lo que sucedería si nues- tros cuerpos no tuvieran la capaci- dad de curarse físicamente; si cada corte, moretón y mancha se quedara con nosotros para siempre. Después de unos pocos años de vida con las inevitables lesiones y accidentes, todos acabaríamos siendo monstruosidades, insoportables a la vista e incapaces de funcionar. Afortunadamente, Dios ha dado a nuestros cuerpos este hermoso poder de restauración. A veces nos quedan cicatrices, y las cosas tardan en sanar, pero en general nuestra capa- cidad de regeneración es verdadera- mente milagrosa. RESENTIMIENTO Y PERDÓN Nuestra capacidad de sanar después de sufrir heridas espirituales y emo- cionales es igual de maravillosa, pero conlleva un proceso sutil y complicado. En muchos sentidos, nuestros cuer- pos se curan solos y la mayor parte del tiempo necesitan solo una intervención mínima nuestra. Sin embargo, curarse de las heridas emocionales requiere esfuerzo e intención de nuestra parte. A diferencia de nuestras heridas físicas, las heridas emocionales requieren de nuestra elección para poder sanar. Y para elegir sanar, tenemos que ser capaces de perdonar. Podemos contrastar el poder sana- dor del perdón con el veneno del resentimiento. El perdón es la libera- ción del dolor, mientras que guardar resentimiento implica aferrarse al dolor. La ira puede ser una reacción natural y sana, pero aferrarse a ella es canceroso. Cuando elegimos aferrarnos a los resentimientos, también estamos eligiendo no sanar. Negarse a sanar emocionalmente crea gran sufrimiento y fealdad; es como si nuestro cuerpo nunca lograra curar sus heridas físicas. En este sentido, el perdón es bueno para nosotros mismos y para los demás.

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