Esto se muestra en el hecho de que
los primeros cristianos creían que para
refutar una herejía o doctrina falsa
simplemente bastaba mostrar que esa
enseñanza no podía remontarse a los
apóstoles.
Esto era más que suficiente: esas
enseñanzas extrañas tenían otro origen
y no concordaban con el mensaje que
habían recibido. Esta ha sido la actitud
de la Iglesia a través de los siglos.
San Jerónimo escribe alrededor del
año 380 d. C.: "Debemos mantenernos
en la Iglesia que fue fundada por los
apóstoles y sigue hasta el día de hoy. Si
oyes de algunos que se hacen llamar
cristianos, pero toman su nombre no
de Jesucristo, sino de otro, [...] pueden
estar seguros de que no está ahí la Iglesia
de Cristo, sino la sinagoga del anticristo.
Pues el hecho de que surgieron después
de la fundación de la Iglesia es prueba
suficiente de que son ellos de los [maes-
tros falsos] que se profetizó que vendrían"
(Diálogo contra los luciferinos, 28).
Por esta razón, quien dice que el
error y la corrupción "poco a poco"
se apoderaron de la Iglesia primitiva
tiene la responsabilidad de explicar
claramente 1) qué creían los primeros
cristianos, 2) qué error se introdujo y 3)
cómo y cuándo se introdujo.
Decir simplemente que el error se
infiltró "poco a poco" resulta un argu-
mento muy pobre, dado que los prime-
ros cristianos tenían el evangelio por lo
más sagrado, y lo defendían acérrima-
mente. El error no entraba desaperci-
bido, sino que hacía estruendo y se le
llamaba "herejía".
SE
REFUTABA
LA HEREJÍA
CON LA
TRADICIÓN
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