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2022_EPC_Agosto-Septiembre

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E L P U E B L O C A T Ó L I C O | 29 "¿Cómo se siente acabar con la vida de tu propio hijo? He hecho lo mismo con los hijos no nacidos de amigos, compañeros, conocidos e incluso maestros. Y nunca existió en mí la menor duda, nunca vaciló mi extrema confianza en que lo que hacía era para servir a los demás. Juro que no sentía nada más que la sen- sación de logro, del orgullo de ser un experto (en esa práctica)", escribió. TRANSFORMACIÓN Pero una parte de su corazón y conciencia aún estaba intacta. Esa pieza le abriría los ojos a la realidad de sus actos gracias a la nueva tecnología de ultraso- nidos, que permitía ver al bebé en el vientre. Así el médico pudo presenciar claramente que el bebé en el vientre era un ser humano y que actuaba como tal, con espanto al momento del aborto. Tal acontecimiento lo llevó a cambiar de postura y comenzó a defender la vida humana en el vientre como director de Ginecología y Obstetricia en un gran hospital de Nueva York. Este acto le costaría amistades e influencia en el mundo de la medicina. Aunque el doctor Bernard seguiría aceptando el aborto bajo ciertos criterios ambiguos por varios años más, la semilla estaba ya plantada, y después recono- cería que incluso esos criterios no justificaban acabar con la vida inocente de un niño en el vientre. Mas la sangre en sus manos comenzaba a clamarle. Con el paso de los años el peso de sus actos lo afligía con creciente intensidad. Esta oscuridad —agravada por la angustia de varios matrimonios fallidos y su fracaso como padre— lo llevaría a contemplar el sui- cidio. Quizá se hubiera perdido en ella a no ser por el testimonio de las personas que rezaban afuera de la clínica de abortos Planned Parenthood. REDENCIÓN Sucedió unos 15 años después de aquella experien- cia, mientras trabajaba en un artículo sobre la mora- lidad del acto de obstruir la entrada a las clínicas de aborto. Algo le llamó la atención al ver a las personas rezando. "Rezaban por alguien más, pero nunca por ellos mismos", escribió. "Yo me pregunté: '¿Cómo pueden estas personas entregarse tanto por un grupo mudo, invisible y que nunca podrá agradecerles? Fue enton- ces que comencé a plantearme seriamente si existía una Fuerza indescriptible detrás de todo esto. ¿Por qué estaba yo ahí? ¿Qué me había llevado a ese lugar? ¿Era acaso la misma Fuerza que les permitía a ellos mantenerse serenos y sin miedo en medio del caos legal, físico y moral?". Comenzó a investigar. Era un intelectual y no estaba convencido de la existencia de Dios. Leyó los escritos de C. S. Lewis, el cardenal John Henry Newman, Blaise Pascal y otras figuras sobresalientes para entender la raíz del teísmo y cristianismo. En 1996, siete años después de plantearse aquella pre- gunta, aceptó la fe católica y fue bautizado. El doctor Bernard se convertiría en un gran defen- sor de la vida de los niños por nacer y así sería recor- dado hasta su muerte en febrero del 2011. REVELACIONES: MENTIRAS DEL MOVIMIENTO ABORTISTA En sus libros, el médico reveló la campaña de mentiras que se encontraba en la raíz del movimiento abortista e incluso llegó a participar en debates sobre el tema. "Una de las tácticas proabortistas consiste en insis- tir que es imposible determinar el comienzo de la vida, que esto es una cuestión que le pertenece a la teología, la moral o la filosofía, pero no a la ciencia," escribió en su libro La mano de Dios. "Pero no se puede negar que la embriología deja más que claro que la vida comienza en la concepción y que requiere del mismo tipo de protecciones que cualquiera de nosotros". Entre otras mentiras, él y muchos otros médicos manipulaban a los medios exagerando desmedida- mente el número de abortos clandestinos y las muer- tes asociadas con estos para prevenir que el aborto fuera revocado. Cabe resaltar también el ataque directo a la Iglesia católica. "Difamábamos a la Iglesia católica y sus ideas 'retrógradas' de manera sistemática, y presentábamos a la jerarquía católica como los villanos que se opo- nían al aborto", aseguró el médico. Con esto preten- dían que la gente creyera que no existían grupos pro- vida que no fueran católicos. "Se suprimía el hecho de que sí hay otros grupos cristianos y no cristianos (e incluso ateos) que en unión se siguen oponiendo al aborto". El testimonio del doctor Bernard Nathanson mues- tra que Dios tiene el poder para sanar los corazones destrozados por el gran pecado del aborto, pero tam- bién que las razones para ser provida no se limitan a la religión, sino que se encuentran en la misma biología y son más que convincentes.

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