PRESENTE EN LA EUCARISTÍA
La Resurrección debería alegrar-
nos, pues fue por ella que Jesús venció
el pecado y la muerte y nos ha dado su
propia vida. La victoria no es algo que
sucedió hace dos mil años, sino que se
hace presente cada domingo en el día de
la Resurrección. Jesús nos da su propia
carne para que la Resurrección nos
transforme. Le Eucaristía nos hace más
que hombres mortales: "Yo soy el pan
vivo que ha bajado del cielo. El que coma
de este pan vivirá para siempre" (Jn 6,51).
La Eucaristía nos cambia desde dentro
y nos da la vida y la alegría de Cristo,
incluso nos garantiza que viviremos con
él para siempre. En la Eucaristía pode-
mos decir con san Pablo: "No vivo yo, sino
que es Cristo quien vive en mí; la vida
que vivo al presente en la carne, la vivo
en la fe del Hijo de Dios que me amó y se
entregó a sí mismo por mí." (Gal 2,20).
Sabemos que estamos celebrando bien
la Pascua si experimentamos la alegría
del don que Cristo nos ha dado: el don de
la vida. Después de haber muerto a noso-
tros mismos durante la Cuaresma, debe-
mos estar listos para celebrar, no de modo
que caigamos de nuevo en los errores del
pasado, sino de modo que vivamos de
forma diferente, con la levadura de Cristo
que transforma todo lo que hacemos.
Yo soy el pan vivo
que ha bajado del
cielo. El que coma
de este pan vivirá
para siempre".
J N 6, 51
22 | A B R I L - M A Y O 2 0 2 1
CAMINO A LA PLENITUD