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E L P U E B L O C A T Ó L I C O | 21 El sacerdote continúa haciendo énfasis en la última petición del Padre Nuestro y orando por la paz que Dios desea darnos: "Líbra- nos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días...". Todo el pueblo responde a la oración alabando a Dios: "Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor". El signo de la paz Cordero de Dios Terminado el signo de la paz, nos dirigimos a Jesús, reci- tando el "Cordero de Dios", donde reconocemos a Jesús como el nuevo cordero pascual que fue sacrificado por nosotros. Las palabras de la oración del Cordero de Dios vienen más directamente de Juan Bautista, quien así se refiere a Jesús: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn. 1,29). El Cordero de Dios también incluye la petición "ten piedad de nosotros", una petición que nos enlaza al signo de la paz que acaba de ser dado, anticipa la unidad que se for- jará en la Eucaristía y subraya la grandeza que recibiremos a pesar de ser pecadores. Fracción del Pan En la siguiente parte de la Misa, el sacerdote realiza la fracción del pan, lo que simboliza a Cristo que se parte para que todos puedan recibirlo, mismo gesto que realizó Jesús durante la Última Cena con sus apóstoles. Después de partir la hostia, el sacerdote introduce un pequeño trozo del pan consagrando en el cáliz, un ritual conocido como "mezclando", que significa que el pan y el vino consagrados son la presen- cia verdadera y real de Jesús entero. La consagración por separado del pan y el vino durante la Misa simbolizan la separación del Cuerpo y la Sangre de Cristo en su muerte, mientras que el Rito de Mezclando expresa la unión del Cuerpo y la Sangre de Cristo resucitado. E stas palabras se remontan al Antiguo Testamento, cuando al final de su reinado el Rey David humildemente reconoce que todo el poder, la gloria y el reino que poseía no eran suyos, sino de Dios (1 Cró 29,10-11). Después el sacerdote se dirige al pueblo recordando las palabras de Jesús a los apóstoles durante la Última Cena: "Mi paz les dejo, mi paz les doy" (Jn. 14,27). Luego, intercambiamos el signo de la paz, la comunión y la caridad, signo de que solo Cristo nos ofrece una paz profunda y duradera en nuestro corazón y en nuestras relaciones. Foto de Alexey Gotovskiy | Catholic News Agency