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2020_EPC_Agosto-Septiembre

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El matrimonio y la comunión E l esposo y la esposa se entregan el uno al otro en el acto matrimonial, unién- dose de la manera más íntima posible. La comunión es similar y a la vez distinta. También es una entrega y recepción íntima que involucra todo nuestro ser, pero sin ser sexual. Es una unión que se da a través del alimento. El Cuerpo de Cristo se hace uno con nuestro cuerpo. Como decía San Agustín: cuando nosotros consumimos un alimento, ese alimento se digiere y se convierte en noso- tros; pero cuando consumimos el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, somos nosotros quie- nes nos convertimos más como él. Cristo viene a unirse a nosotros de la manera más íntima posible en la tierra, dán- donos su cuerpo y sangre en la Eucaristía. Un banquete de bodas C uando el sacerdote dice "Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; dichosos los invitados a la cena del Señor", está repitiendo la invi- tación del ángel "al banquete de bodas del Cordero" en Apocalipsis (Ap 19,9). Al escuchar estas palabras en la Misa, estamos siendo llamados a participar en el gran banquete entre Dios y su pueblo. Estamos siendo invita- dos a un banquete de bodas en el que Cristo se presenta como el esposo y a la Iglesia, todos nosotros, como "la esposa" (Ap 19,7). Cuando caminamos por el pasillo para recibir la Sagrada Comunión, nos estamos acercando a la unión con Jesús, la persona que nuestro corazón más desea y quien nos anhela hasta el punto de entregarlo todo por nosotros (Gal 2,20). En este banquete de bodas nuestro corazón debe estar lleno de un deseo ardiente por la Sagrada Comunión con Jesús, a quien recibimos en nuestro cuerpo como alimento, en la apariencia de pan y vino. Cristo nos está espe- rando todas las semanas en Misa para entrar en una relación con nosotros. E L P U E B L O C A T Ó L I C O | 23 " No puedo recibir la comunión" S i no puedes recibir la comunión, este sigue siendo un momento importante. Dios nos quiere y nos puede llevar por un camino de redención para que poda- mos recibirlo a él en la Eucaristía. Puedes permanecer en tu banca o ir con los brazos cruzados a pedirle una bendición al sacerdote. De igual manera, es un tiempo de oración para expresarle a Jesús tu deseo de poder recibirlo en la Eucaristía, de hacer una comunión espiritual. Esta es tu oportunidad para hacer una resolución de ir a confesarte o para pedirle a Dios la gracia para poder resolver la situación en la que te encuentras. Si necesitas ayuda con tu situación, siempre puedes acudir a tu sacerdote para que te aconseje y acompañe. Qué hacer al recibir la Eucaristía D espués de recibir la Sagrada Comu- nión, debemos mantenernos en silencio y oración, reflexionando y hablando íntimamente con Jesús sobre la alianza que acabamos de hacer. En este momento tan importante no debemos estar ansiosos por dar por terminada la Misa para irnos. Por el contrario, es el tiempo para tomar unos momentos y descansar con nuestro amado, para darle nuestra atención y acción de gracias, para expresarle nuestro amor y entregarle toda nuestra vida: nues- tras relaciones familiares, trabajo, alegrías, penas, preocupaciones... Comunión con nuestros hermanos N o debemos olvidar que la comunión nos une a nuestros hermanos que forman parte del Cuerpo místico de Cristo. Por eso la Eucaristía, además de llevar- nos a una unión con Cristo, nos da la gracia para fortale- cer nuestras relaciones. No se puede quedar en una relación entre "Jesús y yo", sino que nos debe llevar a la comunión con nuestros hermanos.

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