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ara Jesucristo no fue suficiente hacerse hombre y morir
por nosotros; quiso quedarse para siempre con noso-
tros en la eucarística y unirse a nosotros en la Sagrada
Comunión. Recibir la Eucaristía es entrar en una unión íntima
con Cristo, es recibirlo a él: en su cuerpo, sangre, alma y divi-
nidad. Al comulgar, estamos recibiendo a Dios de una manera
real. Es una unión real, no es solo un símbolo. Cristo se
entrega en la comunión como alimento que va transformando
en él a quienes lo reciben con un corazón abierto y dispuesto.