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4 ABRIL 2019 | EL PUEBLO CATÓLICO E stamos próximos a celebrar la Semana Santa. No se trata de unas vacaciones adicionales. Se trata de un tiempo reservado para la contemplación del ministerio central de nuestra fe. No hay otra celebración más importante. Este es un tiempo que nos une a todos los cristianos, que nos convoca a volver a la fuente de donde hemos nacido, un mismo misterio, una misma palabra y una misma fe nos hacen volver los ojos hacia Cristo, único señor de todos. La Semana Santa como tal empieza con el Domingo de Ramos y culmina con el Domingo de Resurrección. El corazón de la Semana Santa está en lo que llamamos el Triduo Pascual: Jueves, Viernes y Sábado Santo donde celebra- mos la pasión, muerte y resurrección de Jesús. A continuación, ofrecemos una breve explicación de cada una de estas celebraciones: DOMINGO DE RAMOS Esta celebración nos recuerda la entrada de Jesus en Jerusalén como Rey y Mesías. Cristo es el rey pacifi co, manso, compasivo y justo. En Él se cum- plen las promesas hechas al rey David a quien le fue dicho que su trono, su cetro nunca caería y efectivamente, el trono de Jesus descendiente de David jamás caerá. Este día se lee completo el texto de la Pasión según los evan- gelios sinópticos de Mateo, Marcos o Lucas. Depende del año en el que nos encontremos. JUEVES SANTO En la misa de la Cena del Señor celebramos tres cosas: la institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el mandamiento del amor. En el cenáculo Jesucristo celebró por primera vez la Eucaristía con sus discí- pulos. Por primera vez se pronunciaron aquellas palabras: "Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros" (Lc. 22, 19a). Por eso, el cuerpo en la Eucaristía es cuerpo para el sacrifi cio, es cuerpo para la Pascua, es cuerpo que nos ali- menta rompiéndose como se rompe el pan. Fue en el cenáculo donde Jesús instituyó por primera vez a los sacerdo- tes con ese mandamiento: "Haced esto en conmemoración mía" (Lc. 22, 19b), ordenándoles realizar ese gesto mara- villoso de donación a Cristo. Les dio a beber la bebida espiritual, su propia sangre. "Esta es la nueva Alianza en mi sangre que será derramada por voso- tros" (Lc. 22, 20). Aquellos hombres, recibiendo el precio de su redención, comulgando la sangre que les trae el perdón de los pecados se convierten en testigos de esa sangre a favor de los cre- yentes de todos los tiempos. El misterio de amor que pide de nosotros gratitud y con la gratitud súplica de perseveran- cia y fi delidad. En la misa de la Cena del Señor se suele recordar el humilde gesto del lavatorio de los pies. Sabemos por los evangelios lo que sucedió des- pués de la Última Cena: Cristo fue a orar al monte de los Olivos. Allí fue traicio- nado y entregado por Judas y así quedó en poder de las autoridades judías. VIERNES SANTO "Cristo habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo" (Jn. 13, 1). Es el día en que vemos que no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. El Viernes Santo se realiza una acción litúrgica generalmente hacia las 3 p.m. en memo- ria de la hora en que Jesús dio la vida por nosotros. Por la mañana suele tenerse el Viacrucis, expresión latina que quiere decir camino de la cruz. Además, en muchos lugares se predica en este día el sermón de las Siete Palabras. Es una manera de grabar en nuestra memoria y corazón los afectos que tuvo Cristo antes de expirar. Nuestro Señor fue des- pojado de sus vestiduras, desnudo como estaban Adán y Eva en el paraíso. Jesús no tiene otra vestidura sacerdotal que sus propias llagas y su propia sangre. Con semejante humillación Jesús abre sus brazos para nosotros. No olvidemos que la cruz era tal vez el peor de los tor- mentos que el Imperio Romano sabía y podía infl igir a un condenado. Era un tormento reservado a los rebeldes, un modo espantosamente drástico de imponer su autoridad, de hacer valer sus derechos, pero especialmente, un modo supremo de sofocar cualquier voluntad contraria a la voluntad del Imperio. Cristo padeció el tormento de la cruz. Esa fue su manera de parti- cipar de la tragedia humana hasta las más hondas consecuencias. SÁBADO SANTO Es el día del gran silencio. No hay ninguna celebración litúrgica que sea propia del sábado como tal pues la Igle- sia entera guarda a Cristo dormido, des- pués de envolver a Jesús en las vendas y el sudario según la costumbre de los judíos, para despertar con Él a la gloria de la Pascua. También nosotros espiri- tualmente en este momento y también cuando llegue el Sábado Santo debe- mos postrar nuestro corazón ante Jesús reconociendo en la muerte de Cristo, la espantosa consecuencia de nuestros pecados pero reconociendo también que el pecado agotó sus fuerzas, que todo el odio se descargó sobre sus hom- bros, sobre su piel, sobre sus sienes. Esa es la gran celebración que Cristo, des- pertado por la gloria del Padre, Cristo vivifi cado por la gracia del Espíritu Cristo Dios, se levanta del sepulcro, se levanta mostrando que el amor vence al odio, que el pequeño vence al soberbio, que la paz vence a la muerte porque hay vida, hay gracia y hay perdón. Aunque en el Sábado Santo no hay ninguna celebración litúrgica estable- cida, en muchos lugares se organizan celebraciones piadosas recordando con dolor de amor la dura soledad de la Virgen María. Sabemos que parte del testamento de Cristo fue entregar- nos a su Santísima Madre como madre Nuestra Iglesia POR FRAY NELSON MEDINA fraynelson.com @fraynelson Semana Santa: El sentido de cada celebración Fray Nelson Medina es un sacerdote dominico colombiano. Este artículo ha sido extraído de una conferencia denominada "Catequesis sobre Semana Santa", disponible en YouTube. youtube.com/fraynelson i IMÁGENES DE DIBUJOS PARA LA CATEQUESIS