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2 DICIEMBRE 2018 | EL PUEBLO CATÓLICO Página del Arzobispo Columna del Arzobispo Exmo. Monseñor Samuel J. Aquila ACTIVIDADES DEL ARZOBISPO 9 DE DICIEMBRE: Parroquia Holy Ghost. Misa comunidad Sisters of Life. (3 p.m.) 12 DE ENERO: Catedral Basílica Immaculate Conception. Misa previa a la Marcha por la Vida. (11:30 a.m.) 26 DE ENERO: Escuela preparatoria Bishop Machebeuf. Misa Beacon of Hope. (4 p.m.) Periódico en español de la Arquidiócesis de Denver, 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210. Teléfono 303-715-3219, Fax 303-715-2045, E-mail: elpueblo@archden.org DENVER CATHOLIC EN ESPAÑOL (USPS 024-042 / ISSN 25728717) is published monthly, except January, by the Archdiocese of Denver, 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210, and printed by Prairie Mountain Publishing, LLP in Boulder. Periodical postage is paid in Denver, CO. SUBSCRIPTIONS: $ 12 a year in Colorado, $ 16 per year out of state. Postmaster, send address changes to: El Pueblo Católico, Circulation Dept., 1300 S. Steele St., Denver, CO 80210. Editora CARMEN ELENA VILLA Jefe de Publicidad MICHAEL O'NEILL La respuesta a la crisis debe recordar los riesgos espirituales T odos esperaban que la reunión de los obispos realizada del 12 al 14 de noviembre fuera monumentalmente importante, pero nadie esperaba que el Vaticano interviniera como lo hizo. Aunque me decepcionó que mis compañeros obispos y yo no pudiéramos votar sobre medidas de responsabilidad, la situación subrayó la doble realidad espiritual de que las almas están en juego y que los obispos servimos con y bajo el Santo Padre. El hecho de que Cristo le haya confi ado el cuidado de la Iglesia a San Pedro, a pesar de su debilidad, invocando el amor de San Pedro por Él y exhortándolo a "alimentar a mis ovejas", trasciende el pensamiento humano. De hecho, cuando cada obispo es consagrado, hace la promesa de edifi car el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, y de permanecer en unión con la orden de los obispos, bajo la auto- ridad de San Pedro Apóstol. Sin esta estructura divinamente instituida, la Iglesia correría el riesgo de fracturarse en grupos individuales, como lo vimos con la llamada Reforma Protestante. Por lo tanto, mis hermanos obispos y yo no seguimos adelante con la vota- ción sobre las medidas y escuchamos la solicitud de esperar la reunión de febrero de los presidentes de las con- ferencias de obispos sobre la crisis de abusos. Creemos en la guía de Dios para la Iglesia a través del sucesor de San Pedro, incluso si requiere un periodo doloroso de espera. Las reuniones comenzaron con un día de oración y ayuno de los obispos. La primera lectura del día fue tomada de Daniel 9, 3-19. La oración es pode- rosa y vale la pena rezar con ella. Las palabras que conmovieron profunda- mente mi corazón fueron: "(nosotros) no hemos obedecido la voz de Yahvé nuestro Dios". Daniel lo menciona tres veces en su oración al reconocer la culpa y la rebelión de Israel. En ciertos momentos, he sentido que estamos viviendo en los tiempos del Antiguo Testamento, cuando el pueblo de Israel escuchaba los cami- nos de la cultura dominante y del mundo en lugar de la Palabra de Dios y la fi delidad a Él. Cada vez que no escu- chamos la voz de Dios como se revela en las Escrituras y especialmente en los Evangelios, se produce el pecado, el desorden y la confusión. Esto también se ve en la historia de la Iglesia. El sermón "Sobre la conversión" de San Bernardo de Claraval, dirigido al clero de la Universidad de París en 1140, lamentó los pecados de algunos sacerdotes, incluida la angustiosa presencia de la avaricia, la ambición, el orgullo, la iniquidad, el lujo, la for- nicación, el adulterio, el incesto y la actividad homosexual. En la crisis de hoy, estos mismos pecados están presentes y son un fracaso a la hora de escuchar la voz de Dios, teniendo fe en sus promesas y su verdad. Hoy, también somos mucho más cons- cientes de los diversos trastornos de personalidad que están presentes en algunos miembros del clero. La oscuridad de hoy es horrorosa ya que involucra a menores. La batalla espiritual en la que esta- mos actualmente es real, una batalla entre el bien y el mal, Jesucristo y el diablo, la voz de Dios y la voz del maligno y del mundo. Todos los obis- pos, sacerdotes, diáconos y católicos laicos deben preguntarse: "¿A quién escucho? ¿Quién forma mi corazón?" Los ojos de nuestros corazones y almas deben estar fi jos en Jesucristo, deseando la salvación de las almas y la completa fi delidad a Él. Comen- zando con San Pablo VI hasta el Papa Francisco, cada papa nos ha llamado a una intimidad más profunda, a un encuentro más profundo con Jesu- cristo. Solo la intimidad con el Padre, Jesús y el Espíritu Santo, la fi delidad a las bienaventuranzas, la gracia de los sacramentos y las obras corporales y espirituales de misericordia traerán sanación a nuestra Iglesia y al mundo. En la reunión de obispos en Balti- more, mi hermano obispo, [Joseph] Strickland preguntó: "¿Cómo se permitió que el arzobispo McCarrick continuara con su comportamiento pecaminoso y depredador si la Iglesia verdaderamente cree que los actos homosexuales son incorrectos?" Su afi rmación, con la que estoy de acuerdo, es que hemos olvidado o no hemos creído sufi cientemente en el pecado y sus consecuencias. Tal como los santos tienen un gran impacto en la vida de la Iglesia para el bien, así también el gran pecado y el mal la impactan negativamente. Cuando minimizamos la severidad del pecado y la necesidad de conversión, nuestra tibieza parece debilitar la salvación traída por Cristo. El maligno quiere minimizar el pecado porque le permite atrinche- rarse en nuestros corazones y des- truir nuestras almas por odio a Dios, en cuya imagen hemos sido creados. También quiere convencernos de que los pecados pueden ser com- pletamente "privados", sin afectar a otros. Sin embargo, aunque nuestros propios pecados son personales, nunca son privados. Los pecados per- sonales impactan a la Iglesia y su bien común. Con la situación del arzobispo McCarrick y cada caso de abuso, todo obispo debe preguntarse: "¿Estoy reconociendo y actuando para preve- nir y curar el daño del pecado come- tido? ¿Estoy teniendo en cuenta que las almas están en riesgo?". Además de las medidas prácticas que hemos estado tomando, la solu- ción a largo plazo para esta crisis es la fi delidad al Evangelio y la creencia en la salvación que Cristo ganó para nosotros. Debemos seguir el modelo que Cristo nos presentó al reconciliar a San Pedro con Él mismo. No mini- mizó ni explicó la traición de Pedro, sino que lo llamó a que se arrepin- tiera y lo amara. Una vez que Pedro reafi rmó su amor por Jesús, recibió el encargo de alimentar y proteger al rebaño (Cf. Hechos 21, 15-19). Mientras esperamos noticias de la Santa Sede después de la reunión de febrero, quiero asegurarles a ustedes, fi eles de la arquidiócesis, que conti- nuaremos con los esfuerzos que hemos llevado a cabo por mucho tiempo de brindar un ambiente seguro para los niños, trabajar con sobrevivientes que buscan nuestra ayuda y defender los altos estándares que hemos tenido en los últimos años. Muchos de ustedes han participado en estos programas y los conocen bien. También saben que requerimos que todos los empleados de la Arquidiócesis de Denver, inclui- dos los obispos, fi rmen y respeten un código de conducta. Elevemos nuestros corazones en gratitud al Padre por el regalo de su hijo Jesús y el regalo de salvación que nos ofrece. ¡Es el regalo más grande que cualquiera puede recibir! Oremos en gratitud por los muchos fi eles obispos, sacerdotes y diáconos que sirven a la Iglesia. Oremos por la conversión del clero y los laicos, para que todos podamos crecer en una fe, fi delidad y confi anza más profundas en Jesús e invitar a otros a conocerlo. Y fi nalmente, oremos para que poda- mos escuchar cada vez más fi elmente la voz de Dios, especialmente al comenzar el Adviento el próximo 2 de diciembre. Roguemos al Señor para que abra los oídos de nuestro corazón y alma a la voz de Jesús y a su tierno amor y misericordia para cada uno de nosotros. Gracias a todos ustedes que han ofrecido sus sinceras oraciones por nuestro clero y por la Iglesia local y universal. ¡Que nuestro Señor los bendiga abundantemente!

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