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19 EL PUEBLO CATÓLICO | SEPTIEMBRE 2018 Opinión No te dejes llevar por las máscaras modernas de Cristo Si no nos admiran... no nos respetan P ara muchos, Jesús fue un gran maestro moral, para otros, un fuerte activista y para otros más, un perso naje fi cticio que fue glo- rifi cado a través de los siglos. Entre sus muchas máscaras de la moderni- dad, les pre- sentamos tres, para que recono- ciéndolas, podamos encontrar al Jesús verdadero del Evangelio. JESÚS, EL QUE ME AMA Y NO EXIGE En una sociedad en que la pala- bra "verdad" se entiende como ser "cerrado" o "intolerante", muchas veces se prefi ere ver a Jesús, no como un hombre frío que impondría su verdad sobre los demás, sino como alguien que es "buena onda", que entiende nuestras fl aquezas y por eso no obliga a nadie. No exige mucho. Así Jesús se convierte en alguien que deja que las personas se queden donde están, en su pecado, porque es "compasivo". No cabe duda de que Jesús es todo amoroso y compasivo. Nos perdona si nos arrepentimos. Sin embargo, debemos preguntarnos qué signifi can el amor y la compasión. Cuando Jesús defi ende a la mujer sorprendida en adulterio, no la condena; la perdona. Pero añade: "Vete y en adelante no vuelvas a pecar" (Juan, 8: 1-11). La levanta y la llama a una conversión, a un cambio de vida. JESÚS, EL MAESTRO ACTIVISTA Para muchas personas, Jesús fue un activista moral y social que murió por la causa de los pobres y margi- nados. Este Jesús revolucionario se convierte en una mera fi gura histó- rica que luchó por los que vivían al margen de la sociedad, así despoján- dolo de toda divinidad. No obstante, Jesús aseguró ser Dios y no solo un maestro moral o un líder político. Los judíos de su tiempo lo vieron claramente y por eso busca- ban matarlo: "[Se hacía] a sí mismo igual a Dios" (Jn. 5:18). Él dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn. 14:6). Como el autor inglés C.S. Lewis nos explica, solo Dios puede decir algo por el estilo. Y si un hombre que no es Dios llegara a decir algo así, tendría que ser un loco egoísta. Jesús no vino solo para un bien terreno, como sería defender a los pobres. Aunque esto es bueno y esta- mos llamados a hacerlo, todo lo que él hacía, apuntaba al Padre y no se que- daba atrapado en el mundo material. JESÚS, EL MAESTRO ESPIRITUAL PERO NO RELIGIOSO Muchas personas dicen ser espiri- tuales pero no religiosas. Entre ellas están las que creen en Jesús e incluso rezan o meditan, pero no creen que quiso fundar una religión o una Igle- sia como la Católica. Creo que esta mentalidad proviene muchas veces de una herida. Las per- sonas identifi can "religión" o "Iglesia" con las cosas negativas que han oído o experimentado: corrupción, abuso sexual, avaricia… Han perdido la fe en una institución religiosa. Por otra parte, muchos no quieren ser identifi cados con la enseñanza de la Iglesia y eso les da vergüenza, ya sea en temas sobre la homosexua- lidad, el matrimonio, el aborto, etc. Creen que su doctrina es anticuada y que se tiene que adaptar a los tiem- pos. Pero como siguen creyendo en Jesús, se hacen a la idea de que no es esto lo que él quería e interpretan sus palabras acomodándolas a sus pro- pias creencias. Terminan creando un Dios a su imagen. Sin embargo, esto no es nada nuevo. Los seguidores de Cristo han querido hacer un Cristo a su propia imagen desde el primer siglo, como se ve en los "superapóstoles" que predi- caban "a otro Jesús" (2 Cor 11:4-5). Aun así, siempre hubo una autori- dad que guiaba a las primeras comu- nidades cristianas y resolvía nuevos problemas a la luz de las enseñanzas de Jesús (Hechos 15:23-29). Esta autoridad eran los apóstoles, quienes mantenían la unidad al luchar contra las muchas máscaras de Cristo que ya se presentaban en su día. Decir que Jesús nunca quiso esta- blecer una Iglesia es como decir que quiso que las personas lo interpreta- ran a su propio modo. N o cabe duda que los niños hoy son más despiertos, saben más y se expresan mejor de lo que lo hicimos nosotros a su edad. Y además crecen en una sociedad democrá- tica en la que los padres ya no gozamos de la supe- rioridad jerárquica que les otorgaba a los adultos la organización autocrática del pasado. Si bien todo esto es una ven- taja para los hijos, para los padres su crianza es un mayor desafío. El cambio hacia la igualdad, sumado a que estamos frente a unos hijos más poderosos y beligerantes, hace que ellos se crean iguales (o a menudo superiores) a los adultos. De tal manera que, como muchos padres sienten que ya no tienen ningún dominio sobre los hijos, tratan de ganárselos poniéndose a su mismo nivel para convencerlos que sigan sus instrucciones. Lo grave es que los niños de hoy ya no se dejan conducir por quienes ven que están tan perdidos como ellos. Así, no sólo se están quedando sin modelos a seguir sino también sin quién les establezca los parámetros de lo que deben y no deben hacer. Lo cierto del caso es que los hijos nos tienen que admirar para poder infl uir en ellos en un mundo en tinieblas cuando más necesitan la guía de sus mayores. Para eso tene- mos que ser y parecer personas cuya forma de pensar, lucir y actuar anime a los hijos a seguir nuestras instruc- ciones porque nos respetan profun- damente. Así, la única forma de que obedezcan es demostrando la madu- rez que nos haga merecedores de su admiración. Debido a que los niños están cre- ciendo en un mundo en tinieblas, en el que reina el cambio y la confusión, la paternidad es todo un reto que nos exige revaluarnos para estar seguros de que somos adultos dignos de ser respetados por nuestra integridad y sensatez. Hoy más que nunca los hijos preci- san de padres que no estén empeque- ñecidos por su inmadurez e incapaces de mostrarles hacia a dónde van en el camino de la vida. Así, urge que ten- gamos la sensatez necesaria para que nuestra sabiduría ilumine su sendero y les permita encaminarse hacia la cumbre de su propia madurez. FOTO DE ANDREW WRIGHT Ángela Marulanda, Colombiana, es escritora especialista en temas de familia. ÁNGELA MARULANDA Vladimir Mauricio-Pérez es escritor en el Denver Catholic y El Pueblo Católico. Obtuvo su licenciatura en teología y fi losofía de Benedictine College en Kansas en el 2014. VLADIMIR MAURICIO- PEREZ

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