elpueblocatolico

DCE_7-18_web

Issue link: https://elpueblocatolico.uberflip.com/i/1002050

Contents of this Issue

Navigation

Page 14 of 15

15 DENVER CATHOLIC EN ESPAÑOL | JULIO 2018 Opinión Columna del Obispo Exmo. Monseñor Jorge Rodríguez Por una sexualidad vivida con amor y respeto S i cada uno hubiera -milagrosa- mente- escuchado al Papa Pablo VI en julio de 1968, cuando publicó la encíclica Humanae Vitae sobre el verdadero amor y contra la mentalidad anticon- ceptiva, el mundo podría estar en un muy lugar muy diferente. Tal vez no tendríamos la necesidad de tener el movimiento #MeToo (#YoTambien). Hasta la década de los 60, era reco- nocido que las relaciones sexuales entre las personas en edad fértil venían con la clara posibilidad de la procrea- ción. Los métodos anticonceptivos eran rudimentarios y no confi ables. Procrear era una parte inherente de la actividad sexual, de su signifi cado. Entonces, respetar a una mujer quería decir no ponerla en riesgo de un emba- razo para el que no estaba preparada. Y ella a su vez tenía una clara razón para indignarse si un hombre la presionaba. Pero la píldora cambió todo eso. La gente joven (y muchos adultos también) encontraron que, sin el temor al embarazo, podían satisfa- cerse en actividades sexuales cuando y con quien quisieran. Y pensaron que, si las relaciones sexuales son placenteras y divertidas, ¿porque no tenerlas con más personas? Entonces, el Papa Pablo VI dijo que el control natal no era moralmente lícito. Si los jóvenes de la "generación del amor libre" hubieran sido inte- ligentes, hubieran puesto atención al siguiente párrafo de la Humanae Vitae: "Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a consi- derarla como simple instrumento de goce egoísta y no como a compañera, respetada y amada". (HV 17) ¿Te suena familiar? El problema surgió porque, mucha gente de la generación de 1960 pensó que el "amor libre" consistía en eliminar el riesgo del embarazo y eliminar así los "lazos". Pero la naturaleza tiene la última palabra. Las relaciones sexuales fueron creadas por Dios, no por noso- tros. Y Él, las diseñó para ser un acto profundo y signifi cativo que toque el centro de la psique y el espíritu humano. Todo de ello, físico, químico, emocional y espiritual, se basa en el hecho de que es un acto profundo de entrega de amor y cooperación con Él y su papel más sagrado: Crear el mila- gro de una nueva persona humana. La sexualidad habla un lenguaje, y la posibilidad de la procreación es una parte esencial de ese lenguaje. Que dice: "Me entrego a ti, y a la nueva vida que pudiera surgir de esto". Y aunque tratemos, no podemos cambiar eso. Creo que las mujeres, siendo las que llevan dentro de ellas esa vida, son más sensibles a este signifi cado. Y, por lo tanto, somos más reacias a jugar con este descuido. Cuando la revolución sexual intentó separar las relaciones sexuales de la posibilidad de procrea- ción, estaban intentando hacer que la actividad sexual careciera de sentido. Ahora, las mujeres están casi solas para defenderse del impulso sexual masculino. Él lo quiere, y puede ser divertido para ella también. Enton- ces, ¿por qué no ser amable y aceptar? Hay que ser muy fuerte, bien for- mada -y hasta me atrevo a decir- santa para tener el valor de decir: "Creo que Dios creó el sexo con un signifi cado inherente, por lo que mi respuesta fi nal es no" y quizás ver con ello al hombre mancharse de su vida. Las que sí lo consienten, en cambio, pasan de querer mantener al novio, a luego ceder ante el poderoso hombre para que les dé el trabajo, para mante- ner su estabilidad laboral, para obte- ner un papel en una película o para lo que sea. Así negociamos en nuestros cuerpos para obtener lo que queremos. Y la mujer se convierte en "un mero instrumento de diversión egoísta". La lección que deberíamos haber aprendido de Humanae Vitae es que nuestros cuerpos tienen un signifi - cado. Cuando empezamos a jugar con ese signifi cado, se lastima a mucha gente. Debimos haber escuchado. Vestir bien en la casa de Dios D e niños se nos educó que cuando uno va a Misa o a una función litúrgica en la Iglesia se va muy bien vestido. En el fondo era una cuestión de fe: si tenemos fe en la presencia real de Cristo en la Eucaris- tía, ¿cómo te vestirías para presentarte delante de Dios? Todos sabemos muy bien que hay ciertas reglas para vestir bien en funciones sociales. Nunca te permitirías ir en shorts a una gradua- ción, o ir en camiseta sin mangas a un concierto de la Filarmónica. A una graduación vas en pantalones, y para ir a un concierto de música clásica, hasta te pones un saco de vestir. Me da la impresión de que los cató- licos hemos olvidado un poco ciertas normas de urbanidad y decencia cuando nos presentamos ante Dios. Especialmente en el verano tendemos a descuidarnos un poco más. No se trata de vestir Versace o un traje de Oscar de la Renta, sino de vestir decentemente cuando venimos a encontrarnos con Dios. A mí, la verdad, me da mucha pena, sobre todo en bodas, quinceañeras y este tipo de celebraciones litúr- gicas, cuando veo personas que se presentan con vestidos indecentes -cortos, escotados, abiertos en ciertas zonas, muy entallados, mostrando el ombligo, abiertos en la pierna hasta arriba, en color carne insinuando el desnudo, etc-. Daría la impresión de que la intención de esa moda es insi- nuar lo que no se ha mostrado, incitar a la tentación y al pecado, o simple- mente dar una connotación sexual a la persona ¿Cómo te ve Dios cuando entras así en su casa? No quiero decir que la gente lo hace explícitamente con esa intención. Pero sí tengo que reconocer que muchas personas siguen esas modas dictadas por el mundo y por el enemigo. Los católicos no nos debemos dejar llevar por esos infl ujos que no son cristianos. El cristiano se debe caracterizar por la modestia en el vestir, la decencia en la moda y el pudor personal. Otras veces se puede pecar por descuido. Veo en la Iglesia personas que vienen a Misa en camiseta, en chancletas, con el pantalón todo roto y deshilachado (¡la moda!), sin mangas e incluso sin tirantes, mini shorts, jeans tan entallados que no dejan nada a la imaginación, y otros por el estilo. Y cuando esto se ve en los lectores o ministros extraordina- rios de la comunión, el efecto es toda- vía más pesante. La Iglesia es la casa de Dios, no es el parque ni playa. Te presentas ante el mismo Dios en persona. Actúa en con- secuencia. Pero lo más preocupante es que algunos puedan pensar que, aunque esas modas no sean convenien- tes para un lugar de culto, sí se puedan usar para la fi esta o el banquete. El Catecismo de la Iglesia Cató- lica nos dice: "El pudor es modestia; inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana; se convierte en discreción. "Existe un pudor de los senti- mientos como también un pudor del cuerpo. Este pudor rechaza, por ejem- plo, los exhibicionismos del cuerpo humano propios de cierta publicidad o las incitaciones de algunos medios de comunicación a hacer pública toda confi dencia íntima. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías domi- nantes" (nn. 2522-2523). Mira, te invito a hacer este ejerci- cio: la próxima vez que te estés pre- parando para ir a Misa, piensa: "Voy a la casa de Dios. Voy a estar delante de Dios", y selecciona qué te vas a poner. Columnista invitada Bonacci es colunista habitual del Denver Catholic. MARY BETH BONACCI FOTO DE JOÃO SILAS | UNSPLASH

Articles in this issue

Archives of this issue

view archives of elpueblocatolico - DCE_7-18_web